Algunas letras de la página que estoy leyendo se comienzan a mover, imagino a la letra “a” con un capricho de unidad lingüística, cansada de su fonema, transformándose en una “o”, una “l” en una “t”, y así, cada una de las letras del abecedario, agobiadas de su rol en la sociedad del lenguaje, quieren convertirse en otra(s). Eso es lo que debe estar ocurriendo, y el dios de las palabras me ha premiado con ese espectáculo, de tinte caótico, solo a mí.
Cierro los ojos unos segundos. Quizá es una simple cuestión de enfoque y cansancio visual. cuando los abro, las letras continúan transformándose, mutando, inmersas en un baile misterioso que destruye a la vez que crea el lenguaje. A veces funciona y las recién formadas palabras existen, pero es una cuestión de suerte, amparada bajo el capricho de las letras.
La palabra coma, se convirtió, por ejemplo, en como, al transformarse solo sus vocales, pero también hay problemas de sentido cuando las consonantes cambian a la par que ellas: yoro, voma; ya se podrán imaginar ustedes la cantidad de combinaciones posibles para una sola palabra.
¿Qué ocurre? me pregunte. Miré hacia los lados y me cercioré de que el mundo y la vida transcurrieran de forma de normal: cada quien con sus afanes, el sol está en el mismo lugar, acompañado de unas nubes que aseguran lluvia en la tarde, el tráfico, los segundos acumulándose uno detrás de otro; si algo raro ocurre sólo me concierne a mí, a mí cabeza, mi tiempo.
¿Estaré enloqueciendo?, ¿cómo saberlo?,¿quién o qué dicta lo normales o desquiciados qué somos? Pienso que, tal vez, cada quien es loco a su manera, la mía, la de este momento, consiste en delirar con palabras.
Algo preocupado, acerco el libro a la cara, para ver si las letras quieren transmitirme algún mensaje secreto. Decepcionado me doy cuenta de que la ilusión se debe a un insecto diminuto que aterrizó en la página y le cogió cariño a un par de líneas. Lo soplo y el texto retoma su rigurosidad impresa.
¿Y si era un mensaje?, ¿una especie de señal? pienso, al tiempo en que me asombra pensar semejantes pendejadas a estas alturas de la vida; de todas maneras, leo las líneas por las que se paseó el transformador de palabras, pero no les encuentro relación alguna con mi vida ni ninguno de mis asuntos personales.
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