miércoles, 14 de marzo de 2018

Miedo

Ha tenido miedo desde pequeño. Primero fueron miedos sencillos, rutinarios, que experimenta cualquier persona. A los cinco años, el perro Dóberman de un vecino le daba pavor, pues cada vez que lo veía comenzaba a ladrarle e intentaba abalanzarse sobre él, pero el dueño siempre lo tenía agarrado de la correa. Él veía como se tensaban los músculos del cuello del animal que gruñía fuerte, y como los ojos, rellenos de furia, se le encendían. 

A medida que crecía, los miedos fueron cambiando según las etapas de su vida. Ahora de adulto, casi viejo, ha llegado a desarrollar uno completamente irracional: Tiene miedo de que algún día la tierra, el planeta, el globo terráqueo, esa es la expresión que más le gusta, porque cree se ajusta a su miedo; deje de estar suspendido en el espacio. 

No sabe cuál es el origen de ese miedo, pero varias noches se despierta empapado en sudor, luego de tener pesadillas en las que la tierra comienza a caer en caída libre, mientras se dirige hacia un vacío inexplicable; un agujero negro quizás que, como alguna vez leyó, consume y acaba con todo, incluso hasta con la luz. Piensa que ese lugar se asemeja a la sensación de quitarse las gafas, y todo lo que observa se vuelve borroso y pierde sus límites. 

Pensar que su miedo se convierta en realidad le produce ansiedad. Piensa cómo la tierra comenzará a batirse, en una especie de terremoto mundial y todo lo que esta contiene se mezclara indefinidamente, como los granos depositados dentro de una maraca, que no paran de moverse. Las personas terminarán en otro continente en un abrir y cerrar de ojos, mientras el planeta se aproxima a ese gran agujero negro, a esa nada.

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