Hace unas semanas me dio una crisis de existencialismo, de pronto es exagerado llamarlo de esa manera y fue mera pendejada mía, pero uno tiende a agrandar lo que le pasa.
En esos días comencé a cuestionarlo todo; a cualquier tema que aparecía en mi cabeza, lo puntuaba con una coma a la que le seguía la pregunta: ¿para qué?
El viernes pasado, tomando cerveza con unos amigos, les pregunté, en medio de una discusión de temas, digamos, poco profundos, pero que suelen ser los más importantes, que si, a veces, no se ponían en extremo existenciales.
“¿Cómo así?”, me pegunto uno. “Pues sí, a veces no les parece que nada tiene sentido y sienten ganas de cuestionarlo todo” respondí. Todos casi al unísono respondieron: “ahh si, claro”, como si fuera lo más normal del mundo.
“Esa es una de las razones por las que Lucia y yo no queremos tener hijos”, No nos parece bien tenerlos y sentirnos así”, concluyó el primero que había hablado.
Dimos otras opiniones sobre el tema y me preguntaron que qué había hecho para salir de ese estado. Les dije que traté de no echarle mucha cabeza al asunto, sino más bien apostarle al importa culismo; que seguí el consejo de otra amiga que está buscándose en un viaje, que no sabe si tiene fin, en otro país. Ella me dijo que enredarse la cabeza con esas preguntas, sólo lleva a que surjan infinidad más, relacionadas con: éxito, libertad, expectativas, etc. que solo nos llevan a lugares muy oscuros y empantanados de nuestra mente.
Ahí se acabó nuestra discusión, y continuamos con otra relacionada con el top 5 de los mejores discos de rock, libros, películas y canciones de toda la historia.
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