Al kontar es su apellido, a menos que Al sea su segundo nombre; Hassan Al Kontar, así se llama. Muchas veces llego tarde a las noticias, supongo que se debe a que prefiero pasar más tiempo en la ficción; por eso, hasta hoy me enteré de su existencia.
Kontar es un ciudadano sirio que lleva dos meses atrapado en Malasia, en el aeropuerto de Kuala Lumpur. Abandonó su país al no querer prestar servicio militar, estuvo 8 años en los Emiratos Árabes Unidos, y cuando comenzó la guerra en Siria su situación legal en ese lugar se complicó. Ahora está en la zona de transito del aeropuerto, intentando que algún país le conceda una visa.
Hoy escuché una entrevista que le hicieron por radio, donde muchas de las preguntas fueron puras maricadas, tipo: “¿Cómo ha sido su día hoy?”, “¿Qué come?” y cosas por el estilo. Luego vi un video que publicó en redes sociales en el que contaba que si lo veíamos sin audífonos era porque alguien se los había robado. Lo bueno era que hablaba sin rencor, sin embargo, no tener un par de audífonos debe ser una de sus menores preocupaciones en este momento.
Kontar respondía a todas las preguntas con un tono animado, pero su voz se puso triste cuando habló sobre la estigmatización hacia los ciudadanos sirios y cómo al resto del mundo parece importarle muy poco lo que les pueda ocurrir.
Siente mucho afán por pertenecer, es decir, por tener una nacionalidad, la que sea, y parece que ese desarraigo que siente es una de las cosas que mas conflicto interno le produce . No entiende uno cuál es nuestro afán de poder llamar a algún pedazo de tierra patria. Como piensa uno de los personajes de la novela Tiempo Muerto: "La sola mención de la palabra me pone los pelos de punta. ¿Qué es esa mierda? ¿Quién nace con la bandera tatuada en la nuca?"
“¿De qué manera podemos ayudarle desde acá?”, le preguntó una periodista.
“La verdad no hay mucho que puedan hacer. Recen por mí.”
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