jueves, 5 de julio de 2018

Esfumarse

Un amigo con el que me veía con cierta frecuencia se esfumó de un momento a otro. 

Duramos varios meses sin vernos, hasta que un día, por esas casualidades, o bien, causalidades de la vida, nos encontramos en la calle. Le pregunté que en qué andaba y que por que había desaparecido tan de repente, y que si por alguna razón estaba de mal genio conmigo. Nunca está uno seguro si lo que hace o deja de hacer ofende a las personas. 

Me dijo que no, para nada, que había cambiado de celular y también de trabajo, y sin insistir en el tema, saltamos a otro y empezamos a conversar como si nos hubiéramos visto el día anterior. Ese día quedamos de vernos a la siguiente semana. 

Nunca apareció, se esfumó y no lo culpo ¿Acaso quién no ha deseado esfumarse por lo menos una vez en su vida?, ¿Quién no ha deseado largarse y dejarlo todo botado, para tener un comienzo fresco en otro lugar? No sé si sea el caso de mi amigo, pero me gusta pensar que fue así y aplaudo su decisión, sin necesidad de entenderla; puede ser que esa necesidad enfermiza de tenerlo todo claro sea una de las tantas cosas que nos jode la cabeza. 

Creo que a todo momento siempre cargamos el deseo de ser otro(s), de ahí que sea tan complejo todo ese rollo de la identidad, de definir quién somos, pues somos muchos al mismo tiempo. Me atrevo a afirmar que hoy somos quiénes vamos a ser y también quienes nunca seremos, pues es imprescindible contar con un negativo por algún lado. Somos un montón de cosas pero no lo sabemos. La de cosas que no sabemos, estimado lector. 

Hoy brindo, picando pedacitos de papaya valga aclarar, por el derecho que todos tenemos  de esfumarnos sin tener que dar explicaciones. 

¡SALUD!

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