Time is money, reza un dicho, frase que los Les Luthiers, en uno de sus sketchs, traducen como: El tiempo es maní. ¿Que cómo es el maní ahí? Difícil saberlo, pues todo se basa en ese intangible que, vuelvo y digo, tratamos de atesorar y tanto nos enreda la existencia.
Podría decir que hoy, en una vuelta bancaria, perdí tiempo, dinero y maní, pues los tres vienen a ser lo mismo, ¿acaso no? Ahí nos vamos entendiendo.
Desde hace mucho tiempo tengo una tarjeta de crédito con el banco X. La tarjeta se venció el mes pasado y nunca me llegó el plástico, acudo a la terminología bancaria, nuevo. En una primera ida al banco, logré averiguar que la nueva tarjeta está, desde abril, en poder de la empresa de logística que las reparte.
Ayer Intenté comunicarme con la línea de servicio al cliente, pero me aburrí de marcar 1 para esto, 2 para lo otro y tres para repetir el menú. Mi intención era comunicarme con una persona, un asesor, y no una berraca grabación, pero no lo logré. De pronto, lo acepto, me emberraqué antes de tiempo y desistí muy rápido, pero bueno, ¿qué más da?
Hoy visité de nuevo el banco. En la entrada hay una máquina que expende los turnos, y luego de digitar mi cédula y escoger la opción de asesoría, salió el número E333 en la pantalla, pero no me dio papelito. “¿Al fin me dio o no me dio turno?”, me pregunté, y repetí el proceso. Esta vez me asignó el E334, pero nuevamente sin papelito.
Armado de dos turnos me senté a esperar y Luego de un poco más de 10 minutos, noté que llamaban a los A, B, C,D, pero el E no se movía del 228. “¿quién es el tarado ese que está haciendo visita?”, pensé, pero no logré identificarlo.
Por fin dejaron de atender a ese E, el 329 y 330 pasaron rápido y el 331 y 332 los llamaron varias veces, pero nunca aparecieron, quién sabe, antes de decidir irse , cuánto tiempo esperaron a que atendieran al 228.
“E333”, pronunció una voz femenina entre robótica y sensual. Me puse de pie rápido y me senté en el módulo que me asignaron, dispuesto a armar un escándalo si la mujer me pedía el papelito del turno.
Ella, muy amable me pidió que le contara por qué estaba ahí y luego de escuchar mi historia me dijo que desafortunadamente el trámite que quería realizar solo se podía hacer llamando a la línea de servicio al cliente.
Al ver mi actitud derrotada, y a punto de ponerme de pie, la mujer me sonrió y me dijo que podíamos llamar ahí mismo. Marco el número, digitó mí cédula y puso la llamada en altavoz, mientras otra grabación decía que pronto me iban a comunicar con un asesor.
Cuando creí que solo estaba perdiendo tiempo, maní o dinero, alguien contestó. La mujer me pasó el teléfono, canceló la opción de altavoz y me dijo: “Dale, cuéntale tú caso.”
Luego de que le repitiera a María, la mujer al otro lado de la línea, todo lo que ya le había Conrado a la primera mujer, me dijo que perfecto, que a continuación iba a ejecutar un protocolo de seguridad para cerciorarse de que yo si era realmente yo. “Señor juan, el protocolo consiste en tres preguntas que va a generar el sistema, espere en línea por favor”.
“¿Aló, señor Juan?”
“Si, dígame”
“Le voy a hacer las preguntas, ¿ok?
“Adelante”
“La primera pregunta es: ¿En qué rango está el cupo de su tarjeta de crédito?” y luego me dio tres opciones de montos. No estaba seguro, sabía que una vez había solicitado que lo rebajaran porque el banco, de un día para otro y sin consultarme, decidió subirlo a 15 millones; noticia que me informaron emocionados en una escueta carta. Pero justo en ese momento no recordaba bien el monto. Me decidí por la opción B.
“La otra pregunta es: ¿Cuántos puntos tiene acumulados con su tarjeta?” Que preguntas tan jodidas. Esta vez me decidí, también dudando, por la opción C”
Ya no recuerdo cuál fue la otra pregunta, pero estaba seguro de que me iba a rajar en la prueba para comprobar mi identidad.
Cuando terminé de contestar las preguntas, la mujer me pidió que esperara un momento. Luego de escuchar una fastidiosa música de espera a base de instrumentos de viento, la mujer me dijo: “Señor Juan los siento pero no pasó el protocolo de seguridad”, Vida perra.
“Señorita espere, ¿no me puede hacer otras preguntas?
“Lo siento señor Juan, si no pasa el protocolo de seguridad, Lo único que puedo hacer es comunicarlo con otro asesor para que le repita el procedimiento.
“Qué paso?”, me pregunto la mujer del banco, la que me prestó el teléfono. Después de que le conté, me dijo: “la próxima vez me dices y miramos en el sistema esos datos”, Le di las gracias y esta vez quería que me hicieran preguntas más difíciles, pero Lady la nueva asesora que me contestó, me pregunto por mi segundo apellido, si la dirección registrada empezaba por calle o carrera y que si tenía más tarjetas de crédito con el banco.
En definitiva, no sé cuánto tiempo, maní y dinero, perdí hoy.