Hoy, en clase, el profesor hizo una dinámica en la que debíamos pasar por diferentes mesas explicando algo, al tiempo que debíamos recibir preguntas al finalizar nuestra presentación. El ejercicio me recordó a Björn.
Hace unos años me obsesioné con el idioma alemán, y quise comenzar a aprenderlo lo más rápido posible. Primero lo tomé como electiva en la universidad y luego, cuando entré a trabajar, me metí a clases más formales, por decirlo de alguna manera.
El profesor del primer nivel se llamaba Björn, un mono oji-claro más blanco que la leche y de actitud noble. Él, sin no estoy mal, era suizo y sabía poco, más bien nada, de español. Mis compañeros de clase y yo estábamos emocionados porque nuestro primer contacto con el idioma iba a ser a través de un hablante nativo.
Comenzar a aprender un idioma nunca es fácil y constantemente caíamos en el error de traducir literal del español, lo que queríamos decir en alemán. En medio de esos primeros pasos lingüísticos solíamos preguntar: “¿Y si quiero decir esto o lo otro en alemán, cómo sería?
Björn le ponía atención a todas las dudas que nos surgían, pero como no sabía español, sus explicaciones aparte de confusas, solo eran en alemán.
Algo que se nos quedo grabado fue la confusión que tenía con los artículos femenino y masculino para algunas palabras en español; inconveniente que, supongo, tenía que ver con los artículos alemanes der, die, das. En una clase Björn no se cansó de decir La mapa: la mapa esto, la mapa aquello, etc.
En otra ocasión, en una clase que estaba intentando explicar la conjugación de verbos, Björn tuvo la brillante idea de conformar grupos de 3 personas y cada grupo debía pasar por las otras mesas verificando que todos hubieramos aprendido bien la lección. La dinámica fue un desastre porque si alguien tenía alguna duda, nadie se la podía solucionar.
En medio de todo, era un buen tipo el tal Björn.
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