A usted, estimado lector, que por una u otra razón, cayó en este, mí blog, quiero decirle que son las 11:06 p.m. hora en la que me siento a escribir, perdóneme que me repita, sin un tema preciso en la cabeza el cual desarrollar.
El tema, y no debí haber utilizado esa palabra de nuevo, es que si me quedo a esperar a que mi musa aparezca con un texto brillante, sería más bien un waiter y no un writer, juego de palabras que , claro está, alguna vez leí y que no sería capaz de producir en este momento debido al cansancio que llevo encima.
Creo que escribir se trata en gran parte de eso, me refiero al hecho de obligarse a hacerlo, así la cabeza parezca no tener ni media idea, pues hay ocasiones en que esos momentos de desolación creativa, por llamarlos de alguna manera, dan pie a conexiones forzadas que ayudan a producir buenos textos, o mejor, para no ponerlo en términos tan subjetivos, textos que uno se divierte escribiendo, porque a la larga también de eso se trata la escritura, de pasarla bueno, ¿acaso no?
Entonces por eso, ya siendo las 11:17 p.m es que sigo tecleando a ver que sale, más con el ánimo de contar algo que el de dar una opinión, pues esas nos sobran. También lo hago, es decir, lo de sentarme, lo de escribir, lo de sentarme a escribir, pues dicen, los eruditos en el tema, que la escritura es como un músculo que se debe ejercitar, de ser posible, a diario, para robustecerlo, ensancharlo, endurecerlo, creo que me hago entender, ¿cierto?
Por eso, a pesar del sueño, me senté a escribir, porque quería ejercitar ese músculo que ojalá nunca se me atrofie; sonora palabra esa, lástima que haga referencia a algo malo.
Son las 11:47.p.m
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