“¿Tienen Los Tiempos del Odio de Rosa Montero?”, le pregunto a una de las personas que atiende en uno de los pabellones de la Feria del Libro. “Deme un segundo y pregunto”, responde una mujer muy flaca que lleva gafas con un marco grueso de color negro, mientras desaparece de mi vista.
“¡Uyy! Ese es buenísimo”, dice una mujer que que se encuentra a mi lado. “Me lo terminé la semana pasada”, concluye. Calla unos segundos y luego dice “Tan metida yo, ¿cierto?”. Le sonrió y le digo que no hay problema, y le pregunto que si ya se leyó los otros dos: Lágrimas en la lluvia y el peso del corazón, que completan la saga futurista de la detective Bruna Husky.
“Ahh si el del corazón me lo leí hace un tiempo”, pero el otro no. No sabía que era una saga”, responde. “¿Va a ir a alguna de las charlas de la escritora?, le pregunto.
“Cuándo?”, pregunta abriendo los ojos.
“El otro fin de semana”.
¿Dónde?”.
“Aca en la fería”.
“¿Oiste?”, le pregunta a su esposo, Rosa Montero va a dar unas charlas, ¿venimos?”.
Pasado unos minutos, con la ansiedad que me genera tener tantos libros rodeándome y no poder encontrar los que quiero, le digo a mi hermano que nos vayamos. “Espere que la mujer le dijo que ya venía”, me dice. “Tiene razón”, pienso, y me distraigo mirando las caratulas de unos libros que no me interesan.
Al rato aparece la mujer y me dice que no lo tienen, pero que lo puedo encontrar en cualquier stand de Planeta. Le doy las gracias y me dirijo a la caja para llevarme Los Informantes, de Juan Gabriel Vásquez y La Eterna Parranda de Alberto Salcedo Ramos, un libro al que le tenía ganas desde que tomé un taller de crónica, con Sergio Ocampo Madrid, por allá en el 2016.
Tiempo después por fin encuentro el stand, y sí tienen el libro de Montero, pero también busco con ansias La vida a Ratos, la última novela de Juan José Millás, mi escritor favorito. Recuerdo, en ese momento, mi primer encuentro con el escritor, precisamente en el stand de Planeta. En ese entonces no tenía idea de su existencia, pero alguien había dejado Articuentos Completos a la vista. Lo tomé para hojearlo y lo abrí, digamos en la página 678, leí una frase que me hizo totear de la risa, y no dude en llevarlo. Que maravilla eso de la serendipia.
Me canso de buscarlo porque nadie parece tener idea del escritor español, y porque es complicado que una publicación tan reciente esté en la fería. Igual no salgo con las manos vacias, también me llevo: Era más grande el muerto de Luis Miguel Rivas, Diario del Gueto de Janusz Korczak, una de esas compras a ciegas, y una librería en Berlín, de Françoise Frenkel, porque tengo una debilididad gigante por esas novelas que vislumbran a los libros como una de nuestras últimas fronteras de batalla.
Con mis compras me dan la opción de escoger dos libros gratis, los que tienen no me llaman para nada la atención, y tomo dos a al azar solo porque sí, pues no los pienso leer, ni hojearlos, nunca: Diario de gratitud y felicidad de Karen Halliday y por qué Juegan once contra once de Luciano Wernicke. Que lástima, en la versión pasada de la feria del libro, uno de los libros que tenían para regalar era “Como contar una historia”, un taller de guion de Gabriel García Márquez.
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