No sabemos nada, o de pronto sí, pero es mucho menos de lo que creemos saber. Llego a esta conclusión luego de pescar una conversación ajena. Bueno, más que pescarla me atropella pues el interlocutor que lleva la batuta de la misma habla muy duro y aunque estoy a varias mesas de distancia alcanzo a escuchar claramente qué es lo que dice.
El hombre, de unos 50 años, intenta convencer a otros dos de un negocio en el que, según parece, deben ofrecer un suplemento vitamínico. Su voz parece la de un locutor de radio, y tiene tan apropiado su parlamento que, por momentos, me arrullo de forma fácil en su narrativa, como ligeramente hipnotizado.
Este encantador de serpientes, poseedor de un conocimiento milenario, habla sobre el Glutalión, un tripéptido no proteínico, ¿ven cómo es que no sabemos nada? Lo resume mencionando que es la molécula más importante y que se encuentra presente en todas las células del cuerpo.
Dice esto mientras hojea unos apuntes en unas hojas sueltas. Hace una pausa para tomar un sorbo de café, sonríe y continúa: “Entonces, una célula sana contiene altos niveles de Glutalión, mientras que una mala o enferma todo lo contrario”, y lleva el pulgar de su mano derecha hacia abajo, para luego preguntar: “¿Cómo creen que es una célula sin Glutalión? Los dos hombres a quien les habla se miran y no dicen nada, y él responde antes de que reaccionen: “Una célula sin Glutalión es una célula muerta”.
Ahora deja los apuntes sobre la mesa para mirar a sus interlocutores y cierra ese segmento de su intervención con una frase que, supongo, es de su autoría: “El Glutalión es el alimento del sistema inmunológico.”
El interlocutor más joven se ve un poco escéptico ante tanta información, pero el otro, un hombre también mayor parece nos pestañear, mientras intenta imaginar la cantidad de Glutalión presente en su organismo. Yo también lo hago.
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