Un amigo escribe un diario de la cuarentena y nos envía cada entrega al final del día. Creo que es un buen ejercicio para estos días de encierro, y fue una idea que en algún momento llegué a contemplar y ya no recuerdo por qué motivo la descarté, pues con lo mucho que me gustan los diarios, lo más sensato sería escribir uno, ¿o no?
Lo que me parece más retador de hacerlo en esta época es mirar como evitar repetirse, pues creo que una regla de oro de los diarios es nutrirlos con las actividades que realizamos a diario y contarlas sin muchas arandelas. Para el caso de mi amigo tienen que ver con contar todo lo que le ocurre dentro de su casa, las interacciones con su esposa y lo que le pasa en el poco tiempo que sale a la calle para reabastecerse de comida.
Podría caer uno en la peligrosa actividad de empezar a dar opiniones, y se perdería, en gran parte creo yo, el sentido principal que tienen los diarios: contar lo que sea que nos ocurre por más insulso que parezca, y tomar una prudente distancia de las figuras literarias. Eso es algo muy jodido de lograr, según cuenta Millás en La Vida a Ratos, su novela tipo diario: “Decir lo que se dice exige una precisión de microcirugía casi imposible de lograr, pues donde menos lo esperas salta la metáfora”.
Si yo escribiera un diario de lo que he hecho en estos días, les contaría que hace unos días hice una torta de manzana y luego pan, que comencé una nueva temporada de Fifa 2014 — en ese me quedé—, en modo carrera, con un nuevo jugador que se llama Maycol Sizas. Al principio quería que jugara en el Barcelona, pero los malditos de la junta directiva decidieron ponerlo en préstamo y terminó en el Tenerife, de segunda división, con el que gané la liga y la copa española. Ahora estoy de vuelta en el Barcelona y de nuevo quieren prestarme dizque al Hércules, pero Maycol, o bien, el señor Sizas se rehúsa a marcharse, pues pretende quitarle la titularidad a Messi.
Entre otras noticias a veces me dan ganas de ordenar mi biblioteca por autores y géneros, pero se me pasan rápido, pues me auto convenzo de que si la privo de su desorden perdería su esencia, es decir, dejaría de ser una biblioteca y pasaría a solo ser un estante con libros debidamente ordenados y catalogados. A veces, creo, no es recomendable perder el contacto, el que sea que tengamos, con el desorden.
Por fin he vuelto a dormir bien, luego de esa temporada de mal sueño que tuve hace un tiempo. No sé a qué atribuirle eso: ¿la situación actual?, ¿el silencio en el que está envuelta la ciudad?, ¿qué?
Finalmente abandoné la lectura del Asesino Ciego de Margaret Atwood, y estoy enganchado con El Arte de Perder de Alice Zeniter. También retomé el memoir Leyendo Lolita en Tehran, y tengo a los diarios de John Cheever en pausa lectora. A veces me entran ganas de consumir historias, de relacionarme con un personaje y por eso me ensaño con una novela hasta acabarla.
Para finalizar les cuento es que me salió un grano en el mentón al que decidí bautizarlo Covid, pues parece tener vida propia.
Así van pasando los días.
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