“Solo A. entendió de que se trataba mi cuento”, dice Carlos cuando terminan de darle los comentarios sobre su escrito. “¿Y qué significa entender un cuento?” Se pregunta Magda.
Mientras la discusión sigue, ella piensa que se escribe con un tema o mensaje en mente, y puede que algún lector lo interprete tal cual como el autor lo deseaba, pero que en el momento en que la pieza: una frase, párrafo, poema, cuento, novela, sale de los dominios del autor; cuando entra, digamos, en el recio caudal de la lectura, los lectores pueden darse el privilegio de atribuirle el significado que les dé la gana, sin importar si tiene, o no, algo que ver con esa gran idea o tema en la que pensó el escritor al momento de crearla.
Magda le da un sorbo a un a taza de café humeante que acaba de poner un mesero sobre la mesa, mientras el resto de escritores, o más bien, lectores, siguen opinando sobre el cuento, después de oír el pataleo del autor.
Magda también piensa que un texto tiene problemas estructurales, goteras narrativas, si el escritor se empeña en defender a capa y espada a cada una de las objeciones de sus lectores, si encuentra una justificación para todo, que es justamente lo que ocurre en este momento con el escritor, que se ve algo molesto con los comentarios que ha recibido hasta el momento.
Magda sabe que lo que acaba de pensar es solo una opinión y le molestan las opiniones, tan sesgadas y llenas de "verdad". No quiere echarle más leña a la discusión, pues quiere que la reunión se termine rápido para irse a tomar cerveza con unos amigos.
“¿Tú que piensas Magda?”, le pregunta Carlos de repente. Antes de hablar le da otro sorbo al café que ya esta frío, sonríe y acude a un lugar común de conflicto y trama, temas con los que elabora una respuesta rápida.
Más tarde, con un vaso de cerveza en la mano, no ha parado de darle vueltas al tema. “Que cada persona interprete las lecturas como quiera, ¿acaso nos van a quitar ese placer?”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Un comentario a $300 dos en $500