Hoy en la mañana, mirando Twitter, me enteré de que hace 50 años falleció Janis joplin. Doy clic a dos links: un artículo de un diario argentino y otro de uno español, en el que, se supone, narran las últimas horas de vida de la cantante.
Comienzo a leer el primero, pero no lo entiendo, es decir, me parece que no tiene una secuencia o estructura lógica. Algo, un sexto sentido gramatical, digamos, me dice que tiene fallas, así que cuando voy por la mitad lo abandono.
Con el otro, el artículo español, me pasa algo similar. No sé si es que a veces, uno sufre de episodios de incomprensión de lectura o qué, pero ese texto también me aburrió, sobre todo por su tufillo amarillista y trágico, en el que se repite la palabra sangre, y se describe la posición de su cuerpo, en la cama del hotel donde la encontraron, luego de que había salido a comprar cigarrillos.
La primera vez que escuché un fragmento de una de sus canciones, fue en un comercial de arequipe. Si no me falla la memoria, alguien sacaba una cucharada del producto, justo cuando joplin comienza a cantar Summertime. Su voz, creo, era pegajosa, o como decía una línea de uno de los artículos: una mezcla de ternura y ansiedad.
Algo que también me llamó la atención, es que la artista lloraba cuando terminaba los conciertos, pues decía que cantar era como hacerle el amor, al mismo tiempo, a todas las personas que habían ido a verla.
Joplin, como Hendrix, Winehouse, Morrison y Cobain, se supone que hace parte del club de los 27, es decir, músicos que murieron a esa edad; una triste coincidencia.
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