Las gafas de las que les hable hace un tiempo, se estropearon por completo, así que hoy tuve que ir a donde una optómetra para que me recetara una fórmula nueva.
Tenía una pereza infinita por tener que salir. No entiendo cómo las personas se mueren de ganas por viajar o salir de la casa, si a mi me da pereza hasta salir a la esquina, en fin.
Pedí un Uber y ya en el carro, la aplicación decía que el viaje se iba a demorar alrededor de 20 minutos. “20 minutos para mirar por la ventana y echar globos", pensé, así que evité el contacto visual con el conductor, para no tener que iniciar una conversación sobre el clima o el tráfico, y me dispuse a mirar, digamos, el paisaje urbano.
El carro tomo la carrera 30 y en un punto en que la vía estaba trancada, me puse a leer unos avisos que estaban pegados a la columna de un puente. Uno decía inglés – Inmersión Neurolingüistica. Imaginé entonces el mar de la neurolingüística y un buzo que se sumergía en él a encontrar ese idioma, una fantasía producto de la palabra inmersión que, me parece, evoca buenas imágenes.
Más adelante, pasado el atasco, había otro aviso pegado a un muro con dibujos precolombinos, que decía: “Vendo lote”, y abajo aparecía un número de celular en color rojo.
El más seco de los mensajes decía: planos y licencias. También lo acompañaba un número de celular, pero no decían ¡llame ya! o cualquier indicación para tomar alguna acción, todo un sacrilegio en contra del copywriting.
Después intenté fijarme en más avisos, pero la vía se despejó, y a la velocidad que iba el carro no los alcanzaba a leer.
El último que vi fue el de Místico restaurante-café: Nutre el cuerpo y el alma.
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