Cuentan que el origen del hobbit, la novela de Tolkien, surgió con la frase: “En un agujero vivía un Hobbit”, y que el escritor la anotó en un examen que estaba calificando.
Hoy tengo mucho sueño, pero igual escribo, para no perder la costumbre. También para que el curso de los eventos de mi vida, de la suya y del universo entero no se alteren mucho; en últimas para que no ocurra una tragedia.
Pienso mucho en eso, que todo está conectado de extrañas maneras, y como lo que uno hace, por más simple o trivial que parezca, puede llegar a desencadenar la tercera guerra mundial. De pronto exagero porque no soy, ni conozco a alguien del calibre del archiduque Francisco Fernando.
Lo hago, escribir me refiero, sin un tema concreto en la cabeza como para variar, pero me agrada hacerlo de esa manera porque hay veces que, pienso, logro textos buenos, es decir, textos sinceros y que me agradan.
Es como si mi cerebro, en medio de su cansancio, realizara conexiones forzadas.
Lo más probable es que mañana tenga que editar este escrito, porque el cansancio no me deja ver fallas de ortografía ni de ritmo, ese pa pa pa que no se ve, pero se siente, y que Virginia Woolf decía, en sus diarios, que era la característica más importante de la escritura.
Hasta este momento no se me ha ocurrido ninguna frase para iniciar una obra maestra de la literatura. Quizá sea porque no estoy calificando algo, o porque simplemente no soy Tolkien y ya está.
En un agujero…en un agujero me gustaría meterme a descansar y que nadie me moleste.
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