viernes, 9 de abril de 2021

Faltas

Cada quién con las suyas, con sus reproches personales. Una de las mías, en la que he caído estos días, es no leer.

La hora del día en la que más me gusta hacerlo, es por la noche a eso de las 11, porque hay poco ruido en el ambiente y me concentro fácil en la lectura. El único inconveniente es que si he tenido un día pesado decido no leer.  En las veces que lo hago, los ojos se me comienzan a cerrar y, al final, ni leo ni duermo bien.

Cuando siento que el cansancio me lleva hacia el sueño prefiero no leer, pues comienzo a leer de afán, a atragantarme de palabras y eso, creo, no tiene sentido. Nada mejor que leer a un ritmo pausado, sin afanes de sumar un libro a la estadística de libros leídos.

También, algo que me ocurre que en medio de esas lecturas de afán es que experimento micro sueños, que no estoy seguro cuánto tiempo duran, pero si lo suficiente para hacerme perder la línea en la que iba y, a veces,  el hilo de la historia, por lo que tengo que volver unas hojas atrás para  conectarme de nuevo con ella.

Puede que algunos digan que no debería ser tan exagerado, que el mundo no se va a acabar si dejo de leer por un par de días, y es verdad. Aunque vaya uno a saber, pues puede que una de nuestras acciones desate el fin del mundo, mientras nosotros vamos por ahí, tan campantes, sin tener ni idea de la consecuencia de nuestros actos.

De todas maneras pienso que si a uno le gusta mucho hacer algo, obsesionarse con la actividad no está mal.

Dicho esto, los dejo porque me voy a leer.

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