Hace un tiempo, una de mis hermanas trabajo en una empresa alemana. Cuando iban a empezar el año, su jefe reunió al equipo de trabajo para darles una charla que los motivara.
Comenzó la presentación mostrando videos de fragmentos de discursos de grandes personajes de la historia: John F. Kennedy, Martin Luther King y Gandhi.
Cuando terminó esa primera sección de la charla, prendieron las luces de la sala y le hizo una pregunta a su equipo de trabajo:
“ ¿Alguien me puede decir que tienen en común estos personajes?
Como suele ocurrir, al principio hubo silencio absoluto. Como nadie hablaba mi hermana se atrevió a hacerlo:
“Pues que a todos los mataron”, dijo.
otra vez el silencio reinó en la sala.
Los amigos de mi hermana tenían ganas de reírse, pero no lo hicieron, porque sentían la tensión que había generado la respuesta, y el jefe que esperaba una respuesta tipo: “Todos eran grandes oradores y sabían motivar a las personas”, tampoco supo que contestar en ese momento.
Mi hermana me cuenta que apenas empezó a ver las imágenes de esos personajes, lo primero que se le vino a la cabeza fue eso: “a este lo mataron, a este otro también, y a este le pasó lo mismo”. Su respuesta fue casi automática.
Apenas terminó de hablar, se dio cuenta, por la expresión de sorpresa en la cara de su jefe, supo que él esperaba otro tipo de respuesta
¿Quién motiva después de ese comentario?
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