Soy malo para manejar los Post it. A veces pego algunos en la parte inferior de la pantalla del computador, pero ahí se quedan por varios días, hasta que su pegamento comienza a fallar y se desprenden.
Cuando eso ocurre los leo, y recuerdo que ya hice la tarea que había anotado, o que la olvidé por completo; luego los boto a la caneca.
Mi hermana, que ya le toca home office por los siglos de los siglos, amén, tiene la pantalla repleta de esos papelitos. No sé si al iniciar cada jornada los despega o si le gusta verlos a cada momento, como una especie de recordatorio angustioso.
En redes sociales veo como muchas personas publican fotos de ventanas y paredes repletas de esos papelitos de colores. Imagino que algunos pretenden mostrar lo ocupados que se mantienen y la gran cantidad de tareas que tienen por ejecutar.
Siempre me pregunto si en verdad tendrán toda esa cantidad de tareas o más bien son personas con mala memoria y que necesitan anotarlo todo.
Hace unos años leí una novela, no recuerdo su título, de un matemático que ya era muy viejo y sufría de Alzheimer avanzado. El hombre solo recordaba los 12 minutos previos de su existencia.
Para solucionar su problema, el viejo ideó un sistema de notas que se grapaba en sus vestidos, así podía leer que tenía qué hacer, dónde estaban los objetos que necesitaba, o quiénes eran los que lo rodeaban, si pasaba mucho tiempo sin verlos.
Por otro lado, están los que quieren ser catalogados como personas altamente creativas, y su jornada de trabajo, parece, es una lluvia de ideas eterna. Personas que quieren ser reconocidas como altamente creativas o innovadoras, en fin.
Imagino que ambos tipos de personas ya cuentan con un sistema de papeles post it que dominan a la perfección, y cuentan con un código de colores para agrupar las tareas que deben ejecutar.
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