Hace unos días me vi con A, un amigo, y me preguntó: oiga, ¿se está quedando calvo?”.
No me había fijado, pero las entradas en mi cabeza han ganado territorio, o bien protagonismo.
No sé si me vaya a quedar calvo, puede que sí, pero es algo que no me preocupa mucho en este momento.
Tal vez para mi amigo, que tiene bastante pelo, esa es una idea que le aterra, en fin.
Recuerdo que en la universidad Oscar, un amigo de un par de semestres más abajo, comenzó a quedarse Calvo, poco después de cumplir los 20 años. Hace un tiempo caí en su perfil de Facebook y en todas sus fotos lucía su calvicie sin problema.
Hoy, después del Almuerzo, y como hacía sol, decidí salir a caminar un poco,
Fui hasta un parque que queda a pocas cuadras, le di una vuelta y me devolví.
Cuando iba llegando al edificio Cecilia, una señora de un piso arriba del mío, iba saliendo con la hija con la que vive que, imagino, debe estar cerca de los 50 años.
Ella, la hija, que no tengo idea de como se llama, y con quien, si acaso, cruzo el saludo y otras frases zonzas de conversación, tiene el pelo completamente blanco.
Es la primera vez que la veo así. El contraste de su pelo con el saco negro que llevaba, llamaba la atención.
No sé si alguna vez llegó a utilizar tinturas para el pelo. De pronto sí, hasta que llegó un momento en el que se cansó de pintarse el pelo y decidió aceptar sus canas sin echarle tanta tiza al asunto.
Creo que esa es una sabía decisión para los cambios físicos que no tienen reversa, es decir, no resistirse a ellos y aceptarlos, incluso con honor.
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