lunes, 24 de enero de 2022

Dejar el tinto servido

Acompaño a mi hermana a cambiar ropa.

Luego de un tiempo de andar por el centro comercial, le digo que mejor la espero en un café, mientras leo; que termine de hacer sus vueltas a su ritmo, sin tenerme a mí revoloteando a su lado.

Cuando llegó al lugar, pienso en comprar alguna bebida para acompañar la lectura, pero al final desisto de la idea, porque seguro me antojo de algo de pastelería y no quiero dañar el almuerzo, así que me siento en la primera mesa desocupada que veo.

Alguien dejó un tinto servido. Pienso que la bebida afianza mi derecho a ocupar la mesa, pues parece como si fuera mía.

Después de sentarme toco la base de la mesa con un pie y noto que está tembleque, pues el tinto comienza a mecerse dentro del vaso de cartón.

Para evitar un accidente, decido ponerlo sobre una barra que está a mi izquierda y cuando tomo el vaso noto que todavía está algo caliente.

¿Qué le pasó a la persona que dejo el tinto servido?

Me aventuro a pensar que es un hombre al que le gusta tomar el café bien oscuro. “Démelo cargado”, siempre dice cuando lo ordena. Le gusta beberlo muy caliente y de esa forma, pues el tinto clarito, piensa, es para personas flojas.

Ese día, sábado en la mañana, el hombre había salido a hacer su caminata habitual de 5 kilómetros que siempre termina en el centro comercial. Llegó al café, hizo la fila, luego el pedido y lo esperó en la barra.

Apenas se lo entregaron le dio un sorbo y cuando se sentó en la mesa le sonó el celular.

No sabemos que noticia le dieron, pero no era buena. Por eso salió de inmediato para su casa, pues no tenía tiempo que perder.

Podemos parafrasear a Joan Didion: “La vida cambia rápido, la vida cambia en el instante. Te sientas a tomar un tinto y la vida, como la conocías, se acaba”.

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