Caigo en un documental sobre la vida de Gabriel García Márquez, en el que entrevistan a varios de sus amigos, o a personas que por una u otra razón lo conocieron, como un peluquero en México o el arquitecto que diseño su estudio y biblioteca.
El programa iba relatando la vida del escritor y lo que le gustaba hacer. Cuenta el arquitecto, que luego se convirtió en un gran amigo, que le gustaba la forma en que Márquez observaba la vida.
Cuando lo contrató, le decía, por ejemplo, que se había pasado todo el día, observando a un obrero que siempre llevaba audífono puestos.
Al principio esos obreros se sentían algo intimidados de verlo revolotear mientras trabajaban, pero después de un tiempo le perdieron el miedo, y comenzaron a llevar libros de él para que se los dedicará a sus amigos y familiares.
Uno de los apartes que más me llamo la atención fue uno que titularon: “Los amigos de antes y los de después”, haciendo referencia a quienes lo conocieron antes de que ganara el premio nobel.
Una mujer canosa salió hablando y decía que ella fue una de las amigas de antes, y cuándo le preguntaron que como recordaba al escritor, sonrío ampliamente y dijo “Decía cosas llenas de alegría, como si estuviera rodeado de pájaros”.
Más adelante la mujer volvió a salir y dijo que una de las novelas que más le había gustado, por lo triste, era El coronel no tiene quien le escriba. “Por lo general me gustan las cosas tristes”, concluyó.
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