Leo 1984. Estoy en una escena hacia el final de la segunda parte del libro en la que Winston y Julia están recostados en la cama de su escondite.
Ambos personajes hacen peripecias para llegar a ese lugar sin levantar sospechas, y hace poco a Winston le entregaron un libro de la resistencia que está en contra el régimen autoritario que los gobierna.
Le dice a Julia que es importante que ambos lo lean y ella, que siempre parece estar cansada, le pide que lo lea en voz alta. Entonces Winston comienza a hacerlo, y la lectura habla sobre las clases sociales, sobre como siempre las sociedades han estado divididas en los ricos, la clase media y los pobres.
La lectura se extiende por páginas y páginas y que me disculpen los fans a morir de Orwell, pero el segmento me aburre. No porque el tema no sea interesante, pues plantea unos conceptos que dan mucho para pensar, sino que se aleja mucho de la acción y los personajes, y cuando leo, la acción y la tensión es lo que me mantiene enganchado es , es decir, quiero saber que les ocurre a los protagonistas, que me muestren qué hacen, con quién interactúan, etc. y también llenarme de intriga, pues la curiosidad es una droga a que es muy difícil resistirse.
Debo confesar que me salté un par de páginas. No me siento orgulloso de ello, pero recuerdo que el escritor francés Daniel Pennac habla sobre los derechos de los lectores y ese, saltarse páginas, es uno de ellos. Está claro que cuando la lectura no produce placer, hay que hacer algo.
Estoy en esas hasta que mis ojos captan un segmento en el que Orwell retoma la acción: Winston se da cuenta de que Julia se quedó dormida. Imagino que la lectura del libro también la aburrió.
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