miércoles, 4 de mayo de 2022

Cenizas

A la abuela le compraron un nicho para sus cenizas. Años después a dos de sus hijas también. Ahora las tres, cenizas claro está, comparten un mismo lugar.

Vicente Delgado conoce esos detalles porque ese es su trabajo en la funeraria. Unos venden qué sé yo, cremas adelgazantes, fajas o bebidas energéticas, y a él le tocó dedicarse a la venta de nichos para cenizas.

No comprende por qué a las personas les gusta invertir en ese servicio, y le cuesta creer que haya gente que visita con frecuencia las cenizas de sus seres queridos para rezarles, hablarles e incluso pedirles consejo.

Pero su trabajo no consiste en cuestionar las actitudes de sus clientes, sino en vender la mayor cantidad de nichos al mes. Allá las personas y  sus costumbres, lo único por lo que se debe preocupar  es por  cumplir con la meta de ventas mensual.

Se pregunta dónde le gustaría que depositaran sus cenizas, si también en uno de esos nichos, que le parecen caros y poco prácticos, o si más bien su familia no debería darle tantas vueltas al asunto y botarlas en una caneca.

Delgado, a diferencia de muchas personas, no cuenta con un lugar preferido en el que le gustaría que las regaran.

El típico, el cliché, es el mar. De hecho, ese es el nuevo producto que debe ofrecer, un ritual para llevar las cenizas del ser querido al océano, con un plan 8 personas en una embarcación más acompañamiento musical. El traslado y hospedaje no están incluidos.

Hay días que se siente un poco mal por sacarle provecho a la muerte, pero sabe que al final todo, querámoslo o no, se reduce a una transacción comercial.

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