A veces le atino y otras no, es decir, en ocasiones, cuando ya llevo el dibujo avanzado, llego a una sección con quinientas mil sombras en la que no me había fijado antes. En ese punto ya no hay nada que hacer, es morir con el dibujo o abandonarlo, suelo escoger la primera. En fin, por eso es que tardo tanto seleccionando una imagen, porque quiero ir a la fija.
Hoy paso lo contrario.
Comencé un dibujo de una mujer que estaba sentada comiendo pizza desde un punto de vista panorámico. Las proporciones me estaban haciendo sufrir y cuando llevaba parte de la cara y los hombros me di cuenta de que una sección de la foto tenía quinientas mil sombras.
“¿Qué hago?”, me pregunté y claro, “hasta la muerte”, me respondí, como buen masoquista que soy, pero la volqueta de las proporciones ya se había ido al río, y para salvar el dibujo tenía que borrarlo casi todo; si acaso dejando la nariz (casi siempre comienzo por ahí).
Luego de un rato de intentar borrar fino con un borrador gigante (mi próximo autorregalo será unborrador electrico),borré porciones del dibujo que no tenía intención de borrar, así que me emberraqué, arranqué la hoja, y como ya había gastado un tiempo considerable, busqué una imagen que no tuviera quinientas mil sombras.
Otras veces siento que lo que llevo dibujado no tiene sentido ni proporción alguna, pero llega ese momento en el que me alejo de la libreta o me pongo de pie para mirarlo desde otra perspectiva y veo que voy por buen camino. Eso me llena de confianza, y ahí si pienso: “Que carajos, hasta las 2 de la mañana”.
“¿Qué hago?”, me pregunté y claro, “hasta la muerte”, me respondí, como buen masoquista que soy, pero la volqueta de las proporciones ya se había ido al río, y para salvar el dibujo tenía que borrarlo casi todo; si acaso dejando la nariz (casi siempre comienzo por ahí).
Luego de un rato de intentar borrar fino con un borrador gigante (mi próximo autorregalo será unborrador electrico),borré porciones del dibujo que no tenía intención de borrar, así que me emberraqué, arranqué la hoja, y como ya había gastado un tiempo considerable, busqué una imagen que no tuviera quinientas mil sombras.
Otras veces siento que lo que llevo dibujado no tiene sentido ni proporción alguna, pero llega ese momento en el que me alejo de la libreta o me pongo de pie para mirarlo desde otra perspectiva y veo que voy por buen camino. Eso me llena de confianza, y ahí si pienso: “Que carajos, hasta las 2 de la mañana”.