No sé qué me pasa. Llevo como quince minutos mirando la pantalla sin hacer ni el más mínimo amague de escribir. Estoy estancado por completo. La verdad tengo más ganas de levantarme del escritorio y echarme en la cama a mirar pal techo, que ponerme a escribir algo. ¿Qué por qué lo hago entonces? No sé de pronto es masoquismo puro o, como dicen hoy en día, porque la escritura es terapéutica.
Ahora que me viene ese término a la mente y aprovechando que mi cerebro está lento, pues hablemos de eso. Además, hoy esto en modo opinionador y no en modo contar historias. Lo sé, un asco total, pero es lo que hay querido lector. A veces hay que conformarse con lo que hay y dejarse llevar por la corriente y ya está, ser como la hoja de un árbol que el viento arrastra para donde le dé la gana. No resistirse a nada.
¿Pero si ven? Ya me desvié del tema que me había encontrado, el de escritura terapéutica. El punto, bueno el mío por lo menos, no sé si alguien lo comparta, de pronto soy yo solo contra el mundo, pero bueno, como dicen por ahí: terco pero decidido.
El punto del que no hablé en el párrafo pasado, es que no tengo nada contra de la escritura terapéutica, pero su nombre me parece redundante. Casi toda la escritura es terapéutica, a menos de que uno escriba manuales de electrodomésticos o algo por el estilo.
Estas palabras, por ejemplo, sin ton ni son, ya sacudieron un poco mi estado aletargado. No digo que del todo, pero de algo han servido, porque, ya sabemos, escribir es terapéutico.
Ahora me voy a echar en la cama.
Hasta luego.
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