lunes, 3 de abril de 2023

Violeta, funeraria y muerte

Hoy, parece, no tengo mucho por contar.

Es lunes, día lento, de prender motores, y en los que me cuestiono por qué no soy millonario.

Acompaño a  alguien a una misa funeraria. Solo un decir, porque no entro. No me gustan esos espacios, es decir, no le veo sentido a todos esos rituales para los muertos, pero bueno aquí me podría quedar dándoles mis razones u opiniones sobre el tema y pues eso  sirve de muy poco o de nada, es decir es solo mi punto de vista y ya está, y como ya lo he dicho antes,  no existen cosas buenas o malas, sino solo los puntos de vista. No debería repetir punto de vista tan seguido, pero es que las palabras no me salen, disculpen ustedes.

Por eso redacto estas palabras  a las patadas, o más bien a las manadas, es decir, sin importar lo que salga; solo para mirar si  al descargar unas cuantas, se me organizan ciertas ideas que andan por ahí flotando en mi cabeza.

Pues bien, les decía que fui a una misa de un funeral, pero no entré a ella,  me fui a leer a un café, mientras esperaba a la persona que acompañé. Pedí un capuchino y pregunté si tenían algo pequeño de dulce para picar. “Si, galletas”, me dijo la mesera y me contó que tenía de dos tipos: una con un punto de mermelada roja en el centro y otras de avena. “Vienen dos en un mismo paquete”, me dijo, y yo que estaba ahí, pero quién sabe donde tenía a la mente, le pregunte “¿Dos qué? “Dos galletas de avena”.

Sl final me decidí por esas, pero fallé por completo pues estaban insípidas como un berraco. Además de eso el capuchino estaba muy claro, más bien tirando a leche con espuma, pero bueno, me lo tomé y me zampé las galletas con sabor a nada a modo de castigo por escoger el local que no era.

Prendí el Kindle y continué con la lectura de Violeta de Isabel Allende. Es el segundo libro que leo de ella y es demasiado tesa para narrar. Además, el libro tiene un estilo epistolar(una abuela le narra a su nieto la historia de su familia por medio de una carta extensa, digamos que  una carta-novela.

Como ya me falta poco para acabarlo los personajes del principio del libro van muriendo, y hay unas escenas tristísimas.

De pronto reparé en eso porque estaba con el tema de la funeraria en la cabeza y con el de la muerte en un segundo plano.

¿Qué puedo concluir de todo esto? Ninguna reflexión profunda, solo que lean a Isabel Allende. Es muy buena en su oficio de escritora, de esas personas que nacen con el don de narrar hasta una lista de mercado.

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