No me refiero a estas, pues son algo planeadas. Hablo de unas que escribí ayer y las causantes de mi ausencia en este espacio. Ese tipo de palabras que sí o sí se deben escribir en el acto porque si se dejan para después pierden fuerza o sentido. Palabras, digamos, que esclavizan.
Trabajo en una presentación de forma lenta. Selecciono las imágenes con cuidado, podría decirse que con modorra. No me fluye el trabajo, pero ahí voy, lento pero seguro (disculpen ustedes la frase hecha)
En medio del trabajo una idea para un cuento se me aparece en la cabeza. Juego con ella por un rato, la saboreo, la analizo como de lejos y la guardo en “ideas para cuentos”, uno de los compartimientos de mi cabeza.
Vuelvo a la presentación, pero ya estoy distraído. Pienso en otras cosas, toco batería aérea y tardo unos minutos en encarrilarme de nuevo en el trabajo.
La idea de la que les hablé está inquieta y busca cómo salir del espacio mental al que la destiné. Por fin lo logra y se me aparece de nuevo, Esta vez exige atención con mayor insistencia.
Necesito escribir un borrador, así que abro un documento nuevo y durante un poco más de media hora, vómito todas las palabras que tengo atragantadas en la cabeza, lo que vaya saliendo, sin importar si tienen mucho sentido o no.
El resultado son tres hojas que necesitan edición. Pero bueno, ya hay algo, unas cuantas palabras de las que se puede tirar una hebra narrativa y, con fortuna, crear un relato con algo de significado.
Uno no debería hablar sobre lo que escribe, sino más bien preocuparse en escribir las historias y ya está. Cornac McCarthy decía que si uno pasa un buen tiempo escribiendo algo no debería hablar sobre eso, sino que debería estar escribiéndolo.
En fin.
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