Otra vez heme aquí, sentado enfrente de mi portátil, sin la más mínima chispa de un de tema en la cabeza. La verdad es que tengo pocas ganas de escribir, pero es precisamente en esos casos en los que hay que aporrear las teclas a ver qué sale. Como leí alguna vez: If you Wait for inspiration to write, you’re not a writer but a waiter. Ahora me vengo a enterar de que la frase también funcionaría en español, ya que waiter, se podría traducir como esperador, y la RAE, con sus viejitos de barbas largas y túnicas que besan el piso cuando caminan, la define escuetamente de la siguiente forma: Que espera.
Se habrá podido dar cuenta, estimado lector, que acudo a esa zona segura del free writing, método que pretende captar la mayor cantidad de pensamientos que a uno se le crucen por la cabeza. Solo un decir, porque no creo que se pueda poner por escrito todo lo que se piensa en un momento determinado.
Además, me pregunto que tan free será, porque en el momento en que uno piensa: Ok, voy a escribir de forma libre, de cierta manera está haciendo que el proceso de escritura sea consciente. No sé si me entiendan, a lo mejor lo que dije no tiene ni pies ni cabeza, pero no importa. Solo quería escribir algo, las mismas 300 palabras que intento escribir para Almojábana cada vez que me siento a hacerlo.
De pronto esa es la razón por la que me gustan tanto los diarios de los escritores, porque de cierta forma son ejercicios de escritura libre, en el sentido en que los escritores no están pensando en contar una historia con la estructura de una de novela,, sino solo las percepciones y sensaciones que les dejó un día específico.
Hablando de diarios, me entraron unas ganas repentinas y fuertes de volver a leer uno de los volúmenes de Anaïs Nin que por un artículo que leí de Maria Popova. Sus diarios, creo, son uno de los mejores que se pueden encontrar. Si no me creen a mí, créanle a Julio Ramón Ribeyro, que los menciona en su Tentación del Fracaso.
Se habrá podido dar cuenta, estimado lector, que acudo a esa zona segura del free writing, método que pretende captar la mayor cantidad de pensamientos que a uno se le crucen por la cabeza. Solo un decir, porque no creo que se pueda poner por escrito todo lo que se piensa en un momento determinado.
Además, me pregunto que tan free será, porque en el momento en que uno piensa: Ok, voy a escribir de forma libre, de cierta manera está haciendo que el proceso de escritura sea consciente. No sé si me entiendan, a lo mejor lo que dije no tiene ni pies ni cabeza, pero no importa. Solo quería escribir algo, las mismas 300 palabras que intento escribir para Almojábana cada vez que me siento a hacerlo.
De pronto esa es la razón por la que me gustan tanto los diarios de los escritores, porque de cierta forma son ejercicios de escritura libre, en el sentido en que los escritores no están pensando en contar una historia con la estructura de una de novela,, sino solo las percepciones y sensaciones que les dejó un día específico.
Hablando de diarios, me entraron unas ganas repentinas y fuertes de volver a leer uno de los volúmenes de Anaïs Nin que por un artículo que leí de Maria Popova. Sus diarios, creo, son uno de los mejores que se pueden encontrar. Si no me creen a mí, créanle a Julio Ramón Ribeyro, que los menciona en su Tentación del Fracaso.
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