Pongo a preparar el café y busco los pasteles que D. nos trajo ayer. Son redondos, traen bocadillo o arequipe por dentro y vienen de a 5 en cada bolsa. Los pasteles de arequipe siempre me han parecido empalagosos, así que espero comerme uno de bocadillo.
El problema es que no hay forma de distinguirlos, pues son idénticos y vienen mezclados. La única opción sería clavarles un dedo para ver qué llevan por dentro. Me la juego por uno que está en la mitad e imagino que es una decisión de vida o muerte, que si el azar no está de mi lado y selecciono uno de arequipe, algo malo me va a ocurrir.
El sonido de la cafetera me indica que el café ya está listo. Sirvo un chorrito de leche en un pocillo –Una operación delicada, pues tiene que ser una medida exacta, para que no quede ni muy claro ni muy oscuro– la caliento en el microondas y luego le echo el café. Le doy un sorbo. Quedó bien, pienso.
También caliento el pastel –otra operación delicada, pues nada peor que quemarse la boca con bocadillo o arequipe–, me siento en la mesa y le doy un mordisco. Sonrío porque los dioses del azar me premiaron con un pastel de bocadillo.
Respiro tranquilo, ya nada malo me va a ocurrir.
Minutos después reviso el correo electrónico. En la bandeja de entrada no hay ningún mensaje importante y cuando estoy a punto de cerrarlo, me pregunto: ¿Y si un mensaje que me va a cambiar la vida llegó a la carpeta de spam? ¿Qué mensaje? No sé, que un estudio de Hollywood quiere encargarme un guion, por ejemplo. No importa que no haya escrito uno en mi vida, de tener el trabajo buscaría la forma de completarlo.
En la bandeja de Spam no está ese email del que les hablo.
En cambio, Una tal Mili me dice que me quedan menos de 4 horas. No sé para qué, de pronto si corro peligro y Mili sabe algo. Chris dice: “¡Dios mio! tienes que leer esto. Lauren me cuenta que casi todo está vendido y que solo quedan 4 plazas disponibles, pero ya conozco ese viejo truco para generar urgencia, así que decido ignorarla. Del banco Galicia, una entidad financiera argentina, me llaman Juan Marcos y me preguntan si conozco las ventajas de tener mis claves. Me llegan varios mensajes de ese Banco. Me preocupo un poco por Juan Marcos que no se debe estar enterando de nada concerniente a su cuenta bancaria. A esos mensajes se le suman varios de ofertas de Black Friday, ¿hasta cuando me van a llegar ese tipo de emails?
Demasiadas voces, demasiado ruido. ¿Por qué, más bien, no se callan y dejan que uno vaya por la vida cometiendo errores y ya está?
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Un comentario a $300 dos en $500