lunes, 15 de enero de 2024

María

Acompaño a mi hermana a cambiar un bono de ropa. Cuando llegamos a la tienda me dice que si quiero la puedo esperar en un café cercano. Le digo que tranquila, que yo me quedo con ella, así que contraataca con un gesto con el que parece decirme: “me puedo demorar, ¡está advertido!”, o bien: “Quiero mirar ropa sola, abrase”. No insisto más y le hago caso.

Minutos más tarde, cuando estoy a unos 20 metros del café, veo que está casi lleno. Seguro no hay mesa, pienso, pero sigo adelante porque, ¿qué más da? Cuando pongo un pie en la terraza del lugar, una mujer rubia y yo fijamos nuestras miradas. ¿Le gusto o le debo?, me pregunto. Algo me dice que la conozco, o que ella me conoce. Es la típica situación de: tu cara se me hace conocida.

Dejo de mirarla porque tengo que concentrarme en encontrar mesa, hasta que por fin veo una desocupada y avanzo rápido hacia ella, dispuesto a irme a los golpes con quien intente ocuparla. Apenas me siento saco de mi mochila Parásitos sin importancia, el libro de cuentos que pienso terminar antes de que mi hermana termine de mirar ropa.

Vicky es la mujer más de malas del mundo. Eso es lo que dice ella cada que se le presenta la oportunidad, dice la primera línea de un cuento. Ahí decido levantar la cabeza y miro de nuevo a la mujer rubia a la que parezco conocer, le gusto o le debo. Navego por mis recuerdos un rato hasta que por fin la ubico en varios de ellos.

Es María una mujer con la que salí hace unos años, pero que en ese entonces tenía el pelo negro. Está con su mamá, ¿Berta era que se llamaba? la verdad no recuerdo. Cuando iba a casa de M. su presencia era como la de un fantasma y no creo haber intercambiado más palabras que un: buenas tardes señora, ¿cómo está?, con ella, cuando su presencia se solidificaba en el lugar en que nos encontrábamos nosotros.

Me pregunto de qué estarán hablando, si María le está diciendo: Mamá, yo salí por un tiempo con ese tipo que acaba de entrar, ¿si lo vio? Aunque lo más probable es que no, que están hablando de sus cosas y para qué perder tiempo mencionándome si seguro Berta o como se llame, no se va acordar de mí, ese fantasma que a veces aparecía en su casa para salir con su hija. O es probable que María tampoco me haya reconocido de primerazo y no perdió tiempo intentando recordar quien era ese X, luego de esa extraña sensación que nos obligó a fijar nuestras miradas.

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