Se puede ver la angustia e incertidumbre que, supongo, experimentamos todos en esos días. Una doctora decía algo del siguiente estilo: Cuando una persona sufre un infarto, tú sabes que medicamentos darle para que se mejore, pero ahora no tenemos manual para lo que está ocurriendo.
Recuerdo que en esos primeros meses tuve, de un día para otro, un dolor en la palma de las manos. Al poco tiempo caí en cuenta de qué lo había causado: Me las estaba lavando con tanto esmero que me estaba lastimando.
Mientras veía esas escenas tan lejanas y cercanas a la vez, pensé que en esos días no escribí mucho sobre la pandemia, o era un tema que tocaba de forma muy distante en lo que escribía.
}Recuerdo que narré el día que fui a hacer mercado cuando decretaron la cuarentena por primera vez y cómo las personas cogían lo que podían de los estantes como si estuviéramos en medio de una guerra. Creo que ese día me estrene en el uso de tapabocas y me puse unos guantes de plástico baratos, de esos que entregan para comer pollo.
Tal vez me habría venido bien eso de la escritura terapéutica, tan común en estos días, en ese entonces. aunque es, creo, un término redundante, pues la escritura siempre será terapéutica, a menos de que uno escriba manuales para electrodomésticos. ¿acaso no?. en fin.
Bien lo sentencio Rosa Montero: La escritura es un esqueleto exógeno que te permite mantenerte de pie.
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