Escribo esto con los pies helados. Cuento eso para ver qué otras palabras llegan a mi cabeza y, parece, es un sintagma, signifique lo que eso signifique, que no evoca nada. Se queda en eso, en tener los pies fríos y ya está.
Utilizo la palabra sintagma en vez de frase, porque he visto que Millás a veces la utiliza en sus escritos. Uno siempre va por ahí imitando a sus escritores favoritos, ¿acaso no? Quizá sea para ver si a uno le pega algo de su estilo de escritura. Un imposible, claro está, pero cada quien con sus fantasías.
A veces, creo, a uno se le pega el estilo de un escritor porque acaba de leer una de sus obras. Recuerdo que una vez escribí un cuento después de leer Rayuela y al escribir intenté imitar el estilo de Cortázar. No fue algo deliberado, sino que el tono del cuento salió como si nada y caí en cuenta de ello luego de escribirlo, aunque puede que no sea así y simplemente me creí esa mentira y ya está. Sea como sea o fuese como fuese, el cuento, Almuerzo con la Muerte, me gustó.
¿Qué más les puedo contar? Ahora resulta que el frío se me está subiendo por las pantorrillas. Ya que este breve escrito sin rumbo llegó a este punto, hablemos de las pantorrillas, un territorio extraño del cuerpo, porque hace parte de la pierna, pero no es imprescindible como, digamos, la rodilla. Está ahí, sin to ni son, como la frase Escribo esto con los pies helados, quizá son parientes cercanas (no sé si referirme a ellas en plural o singular) de la espalda, otra sección huerfana del cuerpo, a la que solo le comenzamos a prestar atención cuando envejecemos porque empieza a doler.
No me queda más que decirles que escribo esta frase/sintagma de cierre con los pies helados.
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