Se oye un zumbido. ¿Qué lo produce? Las alas de un colibrí con un plumaje verdeazulado metalizado y un pico negro que parece una espada. Esa espada que María Ospina define como: “puro artificio, como si el cuerpo del pájaro existiera solo para sostener ese escándalo”.
El ave se sostiene en el aire, mientras chupa el néctar de una flor roja. lo hace durante unos segundos, trina de forma frenética y sale disparado a volar en cualquier dirección. Al poco rato vuelve a la misma flor y de nuevo sale disparado hacia otro lado. Es como si supiera que le queda poco tiempo de vida. De ahí su afán.
Es puro instinto, puro azar, pura supervivencia, comer o morir podría pensarse. Quizá esa sea una de las claves de la vida, no sobrepensar tanto las cosas y actuar al menor impulso que se sienta, moverse al ritmo del primer zumbido, a manera de susurro, que nos dicta la vida. No lo sé, quizá el colibrí y el resto de animales lo tienen claro, mientras los humanos nos complicamos la existencia.
Hace calor y parece que ese clima les gusta a los colibríes. Cuando el día es opaco y lluvioso no se les escucha trinar. No se escuchan sus zumbidos.
El cielo cuenta con pocas nubes y el sol se oculta detrás de ellas. Estamos encerrados en ese pequeño y pálido punto azul del que hablaba Carl Sagan. Esa gran roca suspendida en el espacio y que contiene todo lo que conocemos: la política, las religiones, las creencias, los amores; eso y todas las cosas en que podemos pensar, las lleva ese punto azul, como zumbidos que se van desvaneciendo en el tiempo.
Solo somos una mota de polvo cósmico, un minúsculo accidente dentro del caos universal, dice el narrador de una novela de Rosa Montero, y hemos sucumbido ante la razón y voluntad, dejando de lado el zumbido de nuestros impulsos.
Ahora se escucha otro zumbido menos intenso que el del colibrí. lo producen las alas de una abeja con un vuelo más torpe y menos decidido que el del ave, pero si hay algo que une a esas especies es el instinto, esa desfachatez para actuar. Por su volumen, resulta difícil localizar al insecto con los ojos. Tal vez busca la misma flor de la que bebió el colibrí.
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