martes, 25 de marzo de 2014

Leer en público

Hay veces que los recuerdos aparecen como de la nada.  Hoy llegó a mi mente uno de hace mucho tiempo atrás, cuando estaba en mis primeros años del colegio.

Un día en medio de una clase, golpeó la puerta del salón otra profesora y le pidio el favor a la maestra de la clase que si me podía sacar del salón.  En medio del murmullo de mis compañeros,me puse a repasar mentalmente si había hecho algo malo y por qué razón me sacaban de  clase.
Al momento me tranquilicé, pues lo único que quería está profesora era llevarme a una clase de español que le estaba dictando a un salón de cuarto de primaria.  Al llegar al salón me pasó un libro y me indicó un parrafo que debía leer en voz alta, frente a un salón repleto de desconocidos de más edad.

Recuerdo que me pare al frente y me sumergí en la lectura del parrafo lo mejor que pude; me imagino que por los nervios y la ansiedad de leer lo mejor posible, teniendo muy en cuenta la puntuación, cambie algunas letras de las palabras y/o me comí otras.  Cuando esto ocurría, los malditos de ese salón se reian y burlaban de mis errores.

Nunca paré. Después de cometer errores, seguía de largo como si nada.  No tengo ni la más mínima idea de que trataba el parrafo que me pusieron a leer, pero tengo muy clara la imagen de lo mucho que me esforcé para completar la lectura.

Cuando terminé; la profesora le pregunto al salón que si no les parecia increible que un estudiante de un curso menor leyera mejor que ellos; me dió las gracias y permiso para volver a mí salón.  Tal vez pequeños incidentes como ese, forman parte de la base para mi gusto por la lectura.

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