Después de salir de la ducha entró al cuarto y con la toalla aún en su cintura, agarró su libreta y esfero. Se tumbó en la cama a escribir la idea que se le había ocurrido mientras el chorro de agua le golpeaba la cabeza. Sabía que tenía que anotarla en algún lado o la olvidaría por completo.
Era un fanático de la primera y tercera persona; más que fanático, siempre era la voz narrativa que aparecía en sus escritos, "Son las más "fáciles", sobretodo la segunda" se dijo a sí mismo.
Pensaba escribir solo una idea, algo que le recordara bien lo que había pensado, para luego escribir el texto en la tarde, pero cuando comenzó a anotarla en la libreta, la idea en forma de frase, se transformo en párrafos enteros. Pensó que lo de la musa si era cierto y que la suya le estaba dictando esas palabras.
Después de escribir el primero, cayó en cuenta que lo había escrito en segunda persona, un punto de vista que siempre le costaba trabajo y que nunca le fluía de forma natural. Siempre le había molestado lo difusas que eran las fronteras entre narrador, narratario, personaje y lector.
Escribió las 498 palabras a mano y se sintió bien. Luego lo paso al computador y lo leyó y releyó toda la tarde. Hoy en día a veces vuelve sobre ese escrito y aún piensa que es una de las mejores piezas que ha escrito.
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