viernes, 30 de septiembre de 2016

Buena persona

A algunas personas les importa poco lo buena persona que usted crea o pueda llegar a ser, y si hay algo al lo que le importa nada, es es al universo, pacha mama, destino, probabilidad, fuerza cósmica, llámelo como quiera.

No sé en qué momento de la historia humana se le metió al hombre en la cabeza, el cuento de que si es bueno o actúa "bien", eso le va a traer buenos resultados en la vida, mientras que aquellos que hacen todo lo contrario van a estar destinados al fracaso y a sufrimientos inimaginables.

Eso es algo que solo nos crea problemas, pues nos impide aceptar que la vida nos trate miserablemente y que  , cuando actuamos "bien",   nos quite en vez de llenarnos de riquezas materiales y no materiales.

El truco, entonces, consiste en desarrollar el fino arte del importa culismo, tanto para lo bueno y malo que nos pase.  Aceptar el predominio de la  aleatoriedad e incertidumbre  y que en un segundo todo se derrumba o comienza.

Meter las manos en los bolsillos y seguir caminando.

jueves, 29 de septiembre de 2016

De 15

Un señora se sienta en la mesa de al lado. La observo y me  devuelve la mirada.  Hay algo en la simetría de su cara que me da mala espina, usted sabe, esas corazonadas que  no significan nada, pero que les ponemos atención al atribuirles algo de misterio.

Me concentro en trinchar una porción de torta de zanahoria y llevarme unos bocados a la boca, acciones que combino con pequeños sorbos de capuchino.  Ahora miro a la mujer de reojo; ella mira para todos los lados, parece que espera a alguien.

Al rato llega su amiga; viste botas cafés, pantalón negro y un chaleco escocés.  También lleva una cartera del mismo color de las botas y su pinta la remata con una bufanda roja.  Parece que se esmeró en arreglarse para el encuentro.

La de la mirada indescifrable se pone de pie para recibirla y se dan un abrazo prolongado. Después del saludo le dice "Estás como de 15", la otra sonríe.  Se sientan y tienen una amistosa discusión, plagada de risitas ligeras, sobre quién va a comprar las bebidas.

La señora que supuestamente se ve de 15 debe tener unos 60 años y la otra también, pero se ve ligeramente más joven porque tiene el pelo tinturado de negro, tal vez eso es lo que la hace ver a la ofensiva, mientras que la otra porta  sus canas, que le  dan un aire de abuela consentidora, con orgullo.

Es imposible detener el proceso de envejecimiento, pero  ¿por qué no aceptarlo con  dignidad?  Por qué no decirle a la señora de la bufanda roja que en vez de quince parece de 59 y medio?  Tampoco sabemos si ella al arreglarse quiere verse de 15, un  objetivo, a su edad,  completamente ridículo.

miércoles, 28 de septiembre de 2016

Des-salarse

De pequeño, en los almuerzos familiares, a veces veía como un tío agarraba el salero, se echaba algo de sal sobre una de sus palmas y la arrojaba por encima de uno de sus hombros. 
Él tampoco permitía que alguien le entregara el salero en la mano, sino que la persona que se lo iba a pasar debía ponerlo sobre la mesa, para  él después agarrarlo. Era como si mi tío nos considerara a todos unos bultos de mala suerte.  Siempre me pareció una  conducta extraña, pero nunca pregunté, ya no recuerdo si por pereza, pena o simplemente porque una vez ocurría eso me ponía a pensar en otra cosa. 

Con el paso del tiempo, me enteré que esa particular conducta tiene que ver con la suerte. Dicen, los conocedores o expertos en el tema, que lanzar sal por encima del hombro izquierdo evita la mala suerte; también que es una forma de cegar al diablo y los malos espíritus. Imposible que, de existir, uno pueda domar al diablo con semejante pendejada.

Yo no creo en nada de esas cosas, y  la suerte, buena o mala, es un  evento completamente aleatorio, que ocurre, aunque suene poco creíble, porque si. Las cosas buenas o malas le  pueden ocurrir a cualquiera y es un desgaste innecesario sobreanalizarlas, pues salarnos o des-salarnos son estados ajenos a nuestra(s) conducta(s).

martes, 27 de septiembre de 2016

Alzheimer en gotero

Hace un rato me senté a escribir tranquilo.  Pensaba que no iba a tener ningún problema con el tema del post pues recordaba haber anotado tres ideas en mi libreta. 

Revisé la última hoja en la que he hecho anotaciones y si, ahí estaban las tres ideas, pero no me acordaba que ya había escrito sobre ellas. Fue ahí que llegó la palabra Alzheimer a mí cabeza.  La definición que da google es aterradora:

"Enfermedad mental progresiva que se caracteriza por una degeneración de las células nerviosas del cerebro y una disminución de la masa cerebral; las manifestaciones básicas son la pérdida de memoria, la desorientación temporal y espacial y el deterioro intelectual y personal."

"Progresiva" me suena a un tren a toda marcha  sin frenos, es decir, una catástrofe, y las imágenes que crea mi mente con  "degeneración" no son agradables.  Por otro lado "masa cerebral", me lleva a pensar en un accidente de tránsito, donde los sesos de una persona quedan desparramados (excelente palabra esta)  en el asfalto."Deterioro" sella la fatalidad de la definición.

Aparte de su definición, la enfermedad, en si, es mucho más trágica. Es muy duro ver a una persona que antes gozaba de todas sus facultades mentales  completamente disminuida.  Por eso el Alzheimer no debería ser tan despiadado y la vida debería administrarlo con gotero, es decir, que a uno, eventualmente y desde que nace, se le vayan olvidando las cosas; como a mi que se me olvido que ya había utilizado las tres ideas en otros escritos;  así, de pronto,  esa enfermedad nos jodería menos cuando lleguemos a viejos.

lunes, 26 de septiembre de 2016

Tinto mediano

Hago fila en un Juan Valdez.  Agarro, como de costumbre, una de las facturas que  dejan en la barra.  Quiero ver que pidió la persona que la dejó ahí.  La tira de papel solo muestra el producto: Tinto Md 215ml, pero no lleva ningún nombre.  Estoy seguro que es un dato que siempre sale en la factura. 

Luego de hacer el pedido, el cajero me pregunta el mio.  "Juan" le digo y me responde "es solo para cargarle los puntos después, porque no hay línea en el sistema",  ¿Línea, acaso es un banco?  Esa es la razón por la que la factura que recogí no tiene nombre.  "Bueno" le respondo. El cajero está a la defensiva, quién sabe que gesto hice cuando  me pregunto el nombre.

Imagino que la ex-dueña de la factura es Paula, e intento imaginar por qué compro un tinto mediano a las 4:58:40.  Resulta difícil pensar  que esa sencilla actividad encierra una historia de amor, crimen, comedia, prácticamente lo que sea.

En ese momento pienso que podría escribir el guión de una serie que comienza con esa escena

Exterior - Acera -
Suena una trompeta de Jazz melancolica, la imagen comienza en un punto negro y a medida que se aleja de la cámara se refleja la silueta de Paula.  Lleva guantes rojos, gabardina y botas de color negro 

Interior - Café -
"Bienvenida ,  ¿cuál es su pedido el día de hoy?"
"Un tinto mediano, muy cargado, por favor."
Paula se quita los guantes y aprieta su puño derecho con mucha fuerza. Entrega el dinero al cajero

 "Tinto mediano" sería el título del primer capítulo. De pronto me animo a escribirla. 

viernes, 23 de septiembre de 2016

Hapke

Quiero escribir algo sobre Herwin Hapke, un biologo que se dedico por cuatro décadas  a hacer figuritas de animales en papel, con las que iba decorando su casa, que ahora es un museo, minuciosamente.  Debo entonces buscar artículos sobre ese señor, leer algunos en su totalidad y mirar con que tema, de los que se cruzan por mi cabeza, asociarlo.

Escribir un perfil, nota, artículo, crónica, ensayo, etc.  sobre Hapke es lo de menos, es decir el personaje a la larga no importa.  A Gay Talese, por ejemplo, le gusta enfocarse en los perdedores, aquellos personajes a los que nadie les pone atención.  Como vivimos vanagloriando el triunfo y todo lo que se le pueda asociar a este: éxito, felicidad, etc. nunca vamos a ser conscientes de las maravillosas historias que cargan esas personas que se encuentran en ese extremo en el que nadie desea estar.

Sin querer decir que es un perdedor, un término, por donde se le mire, muy ambiguo, podría hacerle una pequeña entrevista a Luis, por ejemplo, mi meteorologo de cabecera y portero de mi edificio. Siempre he creído que hay mucha sabiduría detrás de sus predicciones sobre el tiempo y su quijada con barba rala, que a veces le da un aspecto de trasnoche.


El punto es que las historias no dependen del personaje, y ni siquiera de quien las cuenta.  bien lo dijo Terry Pratchett:

"Las personas piensan que las historias son moldeadas por las 
personas, y es al revés.  Las historias existen independientes de sus involucrados.
 Si sabes eso, el conocimiento es poder"

jueves, 22 de septiembre de 2016

Avance y retroceda

Eucardo fue un profesor de física que tuve en el colegio.  Aparte de las notas de exámenes y tareas, en su clase también había una nota de "puesto", es decir, el puesto donde uno quedara ubicado al final del bimestre correspondía a una nota. Comenzaba con 10 en el pupitre ubicado al lado del escritorio del profesor y a cada puesto de para atrás se le bajaba una décima.

En medio de la clase, Eucardo, preguntaba algo, cualquier cosa, relacionada o no con la materia, y la persona que respondiera bien avanzaba 5 puestos y la que lo hacía mal retrocedía. A veces llevaba dulces para premiar a aquellos que contestaban bien.  

El intentaba que su clase fuera divertida pero en verdad era angustiante.  Primero uno siempre debía tener claro en que puesto había quedado en la anterior clase y,  a veces, generaba cierta ansiedad no tener ni idea de alguna respuesta y no contestar nada.  Los primeros 5 puestos del 10 al 9,5 siempre estaban ocupados por las lumbreras del salón, el primero casi siempre por Harold,  uno de esos personajes que existen en todos los salones de clase que nunca sacan una nota mala y cualquier tema, por más nuevo o difícil que sea, lo dominan como si nada.

Todo empeoraba cuando uno comenzaba a llegar a esos puestos que rondaban el 6.0, pues de ahí para atrás significaba perder ese porcentaje de nota que siempre ayudaba a contrarrestar los otros.

Siempre preferí las clases de Ariel, profesor de geografía y sociales, que las tensionantes clases de Eucardo y su sistemita barato de "Avance" y "retroceda".

miércoles, 21 de septiembre de 2016

Manzanas en la ducha

Después de una cena, Newton y otras personas salieron a un jardín a tomar té, bajo la sombra de unos manzanos. Sentado y en modo contemplativo, vio como caía una manzana al piso. 

Ese incidente fue el que lo llevó a pensar en toda la teoría de la gravitación. Sin duda alguna Newton tenía una mente brillante. No cualquiera puede generar toda una teoría, a raíz de un evento tan cotidiano, pero lo que más me llama la atención del relato es el estado de presencia que experimentó.

Hoy en día, lograr contemplar el mundo, de manera tranquila y sin ningún estímulo del medio: aparatos electrónicos,otras personas, etc. resulta casi imposible. Uno de los pocos lugares, en donde podemos experimentar un momento de soledad que nos permite rumiar tranquilamente un pensamiento detrás de otro, es  en la ducha. 

Actividades como esa que nos hacen sentir relajados, incrementan los niveles de dopamina, hormona que se relaciona directamente con la creatividad.

Ese momento de divergencia en la ducha, tiene aspectos buenos y malos. A veces parece que cada gota es una manzana que golpea la cabeza, sin embargo, puede convertirse en un proceso poco amigable con el medio ambiente, pues las ideas que llegan se analizan demasiado, lo que significa un mayor consumo de agua. 

Lo importante es aceptarlas o descartarlas rápidamente, repetirlas mentalmente varias veces para que no se pierdan en las profundidades de la cabeza y, justo después de salir del baño, anotarlas en una libreta, teléfono, computador, pedazo de papel, el vidrio empañado o donde sea.

A veces también logro un estado similar mientras desayuno, pero eso hace que se me haga tarde, y más si coincide con un día de manzanas en la ducha.

martes, 20 de septiembre de 2016

Ella

Compro un café y me siento a tomármelo en la silla de un parque.  Son casi las 6 de la tarde y me encuentro en un sector concurrido con muchos edificios de oficinas.  Observo a la gente que pasa delante mio y trato de imaginarme cómo son sus vidas, para dónde van,  qué hacen o a qué se dedican.  

Fijo la mirada en la entrada de un edificio con puertas automáticas. Muchas personas salen de él como despedidas a presión, parece que quieren huir de ese lugar.  Intento llevar, con mi pie derecho, el ritmo del bombo de la canción que en ese momento me regala el dios del shuffle en mi mp3.

En ese momento sale ella y, a diferencia del resto, se queda quieta  en el andén por unos segundos. Escanea el lugar con la mirada.  Creo, o pienso más bien, que se llama Mariana, un nombre que me gusta mucho.  Nuestras miradas se cruzan y voy a su encuentro. 

La abrazo y le doy un beso "hola Mi amor, ¿cómo te fue hoy?". "Bien" me responde, luego de haberla tomado por sorpresa. Le ofrezco mi brazo para que se agarre de gancho, "vamos Mariana". Parece que si es su nombre, a veces la vida nos regala ese tipo de coincidencias dignas de la ficción.

Comenzamos a caminar, dejo que ella me lleve, pues no sé dónde vivimos. Durante el trayecto al paradero del bus, me cuenta como le fue en su día, que tuvo que hacer y a que reuniones asistió.  Le presto toda la atención posible, pero no digo nada; mientras tanto pienso en nuestro hogar,  ¿qué nos espera?  ¿vivimos en una casa, o en un apartamento pequeño?  ¿tenemos que llegar a hacer la comida o la empleada la dejó lista, para calentar, en las ollas?  ¿Tenemos hijos o una mascota a la que tratamos cono uno?

"¿En qué piensas?", "En nada" le respondo con una sonrisa.  Miento, pues casi siempre que nos hacen esa pregunta, pensamos en algo. 

Ya en casa, vemos algo de televisión, comemos y luego Mariana saca una botella de vino tinto. "Mira, te compré tu favorito" me dice.  El único trago que tomo es  cerveza pero callo; ella compró mi vino favorito y no quiero hacerle un desplante.  Nos bebemos la botella rápido.  Al rato se pone cariñosa, y comienza a acariciarme, me excito claro esta, y continuamos nuestra faena en la alcoba.  No tiene televisor, " ¿Qué haremos todas las noches?" me pregunto.

nos desvestimos rápidamente y tenemos sexo desabrido.  Ella y yo tenemos la mente en lugares completamente diferentes que la habitación y el momento.  Nuestra cópula se asemeja más bien a una transacción comercial.  A la larga esa es la base de todas nuestras relaciones, puras transacciones comerciales con las que ganamos diferentes cosas.

A la mañana siguiente me despierta con un beso.  Abro los ojos y la veo completamente arreglada.  "Se te esta haciendo tarde para ir a la oficina tontito" me dice. "Hoy tengo tele-trabajo" le respondo. "bueno, no se te olvide recoger a Damián esta tarde en casa de mis padres".  "Claro, así lo haré"

"Damián, supongo, es nuestro hijo, estoy seguro que no fui yo el que escogió el nombre.  Apenas oigo que cierra la puerta, me visto y me voy  del lugar lo más rápido posible.

lunes, 19 de septiembre de 2016

Aretes

Llevo días sin ver mi esfero negro de gel.  Reviso otra vez mi escritorio, con su particular entropía, y no lo encuentro.  Salgo de mi casa y camino hasta una papelería para comprar uno.  

"Buenos días.  ¿tiene esferos negros de gel?"
"Si claro regáleme un momentico" 

Trato de imaginar cual es la duración de un momentico en segundos, y si es la misma unidad de tiempo para todas las personas. Llego a la conclusión de que no, que cada uno lleva tiempos diferentes  y que los "momenticos" es una medida de tiempo personal.  Tal vez esa es una de las razones para tantos malentendidos; nuestros momenticos nunca coinciden. La mujer me habla y no me deja trabajar más sobre mi teoría acerca de  "momenticos".

" ¿De qué color negro o azul?"
"Negro"
" ¿retráctil o con tapa?"
"Retráctil"
" Chino o Americano"
"Ahhh"
"¡Ja! ¿Cómo me vio ahí?" Y ríe.

Le sonrío, me gusta su actitud.  pruebo el primer esfero que me pasa y me doy cuenta que es el mismo modelo que me prestó una cajera, hace unos días,  en un banco.  Ese día me gustó firmar con ese esfero.  "Deme este" le digo mientras pienso que haberlo encontrado es una especie de señal.

En el momento que estoy sacando la billetera, llega una mujer que tiene puesto un sastre negro. "¿Tiene aretes?" pregunta "es que se me olvido ponerme unos hoy"

Volteo y miro el lóbulo de su oreja derecha.  No sé por qué quiero confirmar que no lleva aretes.

"¿Y qué pasa si sólo por hoy se queda sin aretes?" pienso preguntarle.  No lo hago, nadie quiere ser fastidiado en sus momenticos y en la forma que los utiliza; esa, tal vez, es otra de las razones por la que nos cuesta tanto entendernos, nos la pasamos fastidiando los momenticos de los demás.

La mujer de la papelería saca una tabla repleta de chispitas que brillan con la luz. "Deme estos" dice, de forma automática, la joven ejecutiva,  como si toda la compra fuera una escena ya preparada. Yo, claro, soy un extra.

Abandono la papelería.

miércoles, 14 de septiembre de 2016

Conversaciones en la hora de almuerzo

Hay dos momentos en el día que Clara siempre espera con ansías.  El primero es la hora de almuerzo, donde puede dejar de pensar en el trabajo y dedicarse  echar globos y también a desarrollar la trama de su novela.  El segundo el tiempo que se demora en caminar hasta el paradero del bus.

Está en un punto en el que no sabe que hacer con un personaje, pues una serie de eventos de la trama lo han dejado mal parado,  y  ahora piensa que lo mejor sería eliminarlo.  Esa sensación de poder, de ser el dios  (la diosa, en su caso, para no herir susceptibilidades de género) de un mundo, así solo  ella  lo conozca por el momento, le agrada mucho.

No quiere pensar en el trabajo que implicaría la eliminación del personaje, quizás cambiar parte de la exposición de la primera parte y arreglar otras escenas posteriores para lograr la coherencia necesaria y no perjudicar el ritmo.  Hoy fingió tener una cita médica para escaparse de un aburridor almuerzo de trabajo, y decidió prestar mucha atención a las  conversaciones ajenas, una de las habilidades más críticas de un escritor, para su sesión de trabajo narrativo en la noche.

Delante de ella, en la fila de un restaurante de comida rápida, un hombre y una mujer hablan animadamente sobre trabajo  "¿Por qué hablan de trabajo en la hora de almuerzo?  ¿Acaso no son suficiente las 7 horas restantes para hacerlo?  La mujer habla sobre una inversión millonaria y le cuenta a su compañero que el próximo viernes va a asistir a un evento de 2 a 4.  "Si quieres solo vamos y vemos la intro"  A Clara le molesta como la mujer pronuncia la palabra intro (introuuu).    

El otro hombre no participa en la conversación. Los mira fijamente, parece que sus compañeros le producen tedio y que quiere gritar "¡Ya Cállense malditos!".  Clara estudia los movimientos de la mujer pues es igual de fastidiosa que Pamela, uno de los personajes de su novela. Saca su libreta y garabatea un par de ideas. 

Pensó que después del almuerzo se iba a comprar un bizcocho.  no pudo evitar pensar en un baño por esa palabra,  ¿por qué no pensó en su sinónimo, "postre"? pero ya su cerebro había metido la cucharada y lo primero que iba a hacer al llegar a la oficina era buscar en internet a quién se le había ocurrido ponerle semejante nombre a una parte del inodoro.

Después de hacer el pedido, mientras buscaba una mesa donde sentarse.  Vio a tres mujeres que hablaban muy duro.  Dos de ellas, una rubia y la otra de pelo negro, llevaban minifalda y zapatos de tacón gigante.  "Ni  a bala cambio mis baletas de flores por semejantes adefesios" penso.  

La mujer rubia, que tenía puesto un vestido rosado, hablaba sobre otra mujer, no presente claro está: "Uyy no tenaz  que se ponga esos vestidos todos justos.  ¿Acaso no ve cómo se le salen  los gordos?" Lo que más le molesto a Clara fue la forma en que gesticulaba con sus manos para aclararle a sus amigas la gordura de la otra mujer.  

Era increíble que por sus conversaciones, tantas personas merezcan cachetadas a la hora del almuerzo, pensó. Y concluyó que a este paso lo mejor sería que nadie hablará y que todos se enterraran en sus pensamientos y ya. 

Por un momento olvido lo de eliminar al personaje.  Esta semana se iba  dedicar a revisar cada diálogo de su novela.

martes, 13 de septiembre de 2016

Wilson y las notas

Siempre he asociado las notas con un único color: El negro. Me refiero a las anotaciones que uno hace bien sea en un cuaderno, agenda o libreta. 

En el colegio, desde mi punto de vista, siempre hubo personajes muy particulares en el salón de clase, casi mitológicos como diría otra persona. Lo más probable es que alguno de ellos piense exactamente lo mismo acerca de mi. 

Quizás hablar de “personajes” es demasiado despectivo, tal vez es mejor bajar el término a “conducta”. Es menos determinante decir: "Es que ese personaje es tal por cual" a " ese personaje tiene una conducta X que me parece Z o Y". En últimas, es como si la conducta se desprendiera de la persona, y no hiciera parte de su identidad, sino algo que se repite por costumbre o presión social. 

Pero bueno me imagino que existirán grandes y detallados ensayos sobre el ser humano y sus conductas. Como le venía contando, estimado lector, en el colegio veía cualquier tipo de conductas que me sorprendían, asustaban, quería seguir, repudiaba, etc. Una era la manera en que Wilson tomaba notas. 

Mis apuntes nunca fueron malos o ininteligibles (palabra demasiado enredada para decir que algo no se entiende), pero a partir de un momento pasaron a ser monocromáticos. Siempre traté de agregarles viñetas, flechas; cualquier tipo de adorno para hacerlos más llamativos o agradables, pero nunca estuve satisfecho del todo. 

De pronto le envidiaba eso a Wilson. Era un deleite ver como tomaba notas. Sentado perfectamente en su silla, su espalda describiendo un ángulo de 90 grados con su cola, abría un cuaderno completamente pulcro en la página donde había dejado su última anotación. Luego sacaba su cartuchera, un receptáculo de tela repleto de sorpresas, muy modesto con relación a los apuntes que tomaba. Wilson era el MacGyver de las notas. 

Halaba la cremallera con mucha determinación y sacaba cuatro micropuntas (negro, rojo, verde y azul) y los ubicaba sobre el pupitre como un militar ubicando sus tropas sobre un mapa de guerra. Ocasionalmente hacia uso de otros elementos como liquid paper. 

Luego comenzaba a anotar bien fuera lo que los profesores copiaban en el tablero o dictaban, pero sin importar la velocidad en que lo hicieran, Wilson siempre lograba que sus apuntes fueran pulcros. 

Sus apuntes eran un festival de colores, que al sacarle fotocopias perdían casi por completo su encanto. 

lunes, 12 de septiembre de 2016

Felipe Trigo en un día como hoy...

"En un día como hoy". Siempre me ha llamado la atención esa expresión, pues me parece que no tiene sentido. Nada nunca es igual o se repite de la misma manera. El cambio siempre arrasa con cualquier sensación de estabilidad que creamos tener, e igual nos aventuramos a decir que "hace tantos años, en un día como, hoy", paso esto o lo otro.

Hoy mientras miraba las caricaturas en el periodico, a la izquierda había dos noticias que, aunque no utilizaban ese cliché en los titulares, hablaban de eventos que ocurrieron hace 100 y 50 años. 

Sin ánimo de entrar en discusiones Zen sobre la importancia de vivir en el presente y todo ese rollo oriental con tintes motivacionales, el pasado no deja de tener cierto encanto, de ahí ese ese dicho que también conocemos:"Todo tiempo pasado fue mejor". 

La noticia que me llamo la atención fue la que ocurrió hace 100 años, pues contaba que el 2 de Septiembre murió el novelista Felipe Trigo, "uno de los más leídos pero poco apreciados escritores ibéricos contemporaneos". No entiendo en qué sentido no fue apreciado si fue uno de los más leídos, ¿acaso la gente lo leía porque les provocaba repulsión? pero bueno vaya uno a saber como hace 100 años las personas leían y con que fin, en fin, valga la  pena la redundancia.

La noticia me llamo más la atención  porque hablaba sobre un escritor y también comentaba que se quitó la vida; uno siempre lleva un amarillista por dentro.

Trigo fue militar, médico y escritor. En su tiempo en la milicia se fue voluntariamente a Las Filipinas y regresó mutilado y convertido en héroe, tras sobrevivir a un ataque en el que recibió siete machetazos. 

A los 36 años abandonó el ejercito para dedicarse por completo y con total devoción a la literatura. En 15 años logró publicar 17 novelas.

Un día Trigo decidió encerrarse en su despacho y tranco la puerta con un destornillador. Su familia escuchó un disparo y corrieron a la puerta, que finalmente pudieron abrir luego de forzar la madera. Todos  entraron desordenadamente a la habitación, impregnada con un fuerte olor a pólvora.  Su hija se arrodillo junto a su cuerpo tendido sobre un charco de sangre, le tomo el pulso y dijo: "Vive, está vivo".

En esa época el escritor estaba trabajando en su novela postuma "Murió de un un beso" (Que título tan poderoso). En su escritorio dejó una nota de despedida: 


“Perdonarme todos, yo estoy seguro de que nada os serviría más 
para prolongar algunos meses vuestra angustia viéndome morir. 
Pensar que en esta catástrofe fue motivo el ansia loca de crearos
 alguna posición más firme. ¡Perdonarme, perdonarme, Consuelo 
mártir mía, hijos de mi alma! Si mi vida fue una equivocación fue 
generosa. Con la única preocupación vuestra por encima de todos
 mis errores. Que sirva esta mi voluntad de testador para declararos
 herederos míos de todos mis derechos. Perdón. 
Felipe Trigo"

Quiero sumergirme en una de sus novelas lo más pronto posible; se le debe poner pronta atención a estos llamados de la literatura.

domingo, 11 de septiembre de 2016

Paraíso azul

Una vez me enviaron una imagen de un muñeco que salía sentado en la taza del baño y que leía el frasco del ambientador.  Si recuerdo bien, decía que antes de que existieran los teléfonos inteligentes, ese era uno de  los pocos elementos de distracción cuando las personas entraban al baño.

Hoy me acordé de eso y fui a mirar el ambientador que está en el baño.  Se llama "Paraíso Azul", pero el texto en la parte posterior del envase, si existe tal pues tiene forma cilindrica, No hace referencia a su nombre que bien podría ser el título de un poema o, quizás un relato de amor, aventura, en el lejano oriente.

Esperaba pues una historia, un relato breve que me envolviera , pero no.  El texto comienza con una frase algo prometedora que dice que la empresa fabricante de ese pachulí en frasco, "ha capturado las más delicadas y refrescantes fragancias de la naturaleza".  Si la naturaleza en verdad oliera así, uno no se aguantaría más de medía hora en ella.

Así y todo intenté imaginarme como sería un lugar con ese nombre, cuando  me traen de vuelta a la realidad y me dicen en letras mayúsculas en negrita: "MANTENGASE FUERA DEL ALCANCE DE LOS NIÑOS Y MASCOTAS",  frase que por alguna razón me hace pensar que consideran a los niños como mascotas.

Luego con palabras encerradas en doble signos de admiración, me hablan de todo el cuidado que se debe tener con la sustancia que trae el envase: Mantenerlo lejos del fuego, no comer ni beber o fumar al manipular el frasco, no inhalar, que irrita los ojos, etc. La primera imagen del paraíso azul, con palmeras, oasis y bellas mujeres, quedó completamente destruida, pues queda claro que es es un "lugar" supremamente peligroso.

De puros queridos, al final dan instrucciones de primeros auxilios en caso de ingerir, bañarse, rosearse, fumarse, beberse, inyectarse, etc. el liquido. 

Cierran con un párrafo de sus ingredientes, dónde lo fabrican y que se debe consumir 3 años después de la fecha de elaboración.  No me quiero imaginar como olerá la sustancia cuando caduque.

Que engaño y desperdicio de palabras y letras. 

viernes, 9 de septiembre de 2016

Plantarse

Hasta hace unos momentos está entrada era solo un borrador  con ese título: "Plantarse".  Le di clic para averiguar que había comenzado a escribir y estaba en blanco.   ¿Qué habré pensado ese día en que titulé esa entrada que solo hasta hoy cobra vida?

Lo único que se me viene a la cabeza en estos momentos es que plantarse hace referencia a pelear por algo, tal vez es la traducción y resumen, en una sola palabra, de la frase gringa: Stand your ground.  También se me viene a la cabeza la palabra inamovible.

Pues si, plantarse es eso, adoptar una postura inamovible con respecto a algo, una idea, un proyecto, lo que sea y defenderlo con cualquier herramienta,medio, método que se tenga al alcance.  

Plantarse fue lo que hizo Bill Watterson, el creador de Calvin y Hobbes. Después de brindarle al mundo semejante creación decidió que nunca la iba a comercializar y, literalmente, se desapareció.  En otras palabras se plantó en su decisión y particular punto de vista y hecho raíces.

Echar raíces es otro componente fundamental del acto de plantarse, pues si alguien se planta ligeramente, con duda, sobre la superficie,  cualquier cosa lo desplanta, lo arranca de raíz y hasta ahí llegó el intento. 

Plantarse es entonces otro de esos tantos artes que nos hacen falta dominar.

miércoles, 7 de septiembre de 2016

Alejandra

"Alejandra".  Esa era la contraseña del correo de una conocida en la universidad.  No la descubrí por mis increíbles dotes de hacker ni nada por el estilo; simplemente un día, en una sala de computadores, Carlota, la mujer a la que hago referencia, estaba sentada a mi lado y mientras  tecleaba su clave, la dijo en voz alta como si se la estuviera dictando, sin importarle que las personas a su alrededor, como yo, la escucháramos. 

Carlota iba unos tres semestres adelante del mio, y no tenía ningún tipo de interés en ella, pero no sé por qué razón su contraseña  se me grabó en la cabeza.  Al día siguiente, ingresé a chimosear su correo, pero no encontré nada que me llamara la atención. No sé con qué fin hice eso y ya ni recuerdo qué E-mails vi.  Volví a a hacerlo al  siguiente día, como si  en unas cuantas horas Carlota hubiera tenido acceso a un gran secreto pero ocurrió lo mismo,  los mensajes de su correo electrónico no tenían nada interesante, o por lo menos nada que me llamara la atención.

Después de eso perdí por completo el interés de esculcar la vida virtual de Carlota, hasta que un día volví a recordar el episodio en la sala de computadores, y en otro ataque de voyerista virtual,  digité su correo y la contraseña.  La había cambiado.

No entiendo por qué le damos ese carácter ultra-secreto a la información que guardamos en nuestro(s) correo(s) electrónico(s).  Como siempre nos damos unas ínfulas de importancia que no tienen razón de ser y creemos que la información que manejamos, es similar a la que Edward Snowden  tuvo en sus manos .

martes, 6 de septiembre de 2016

Buzón de mensajes

Casi siempre que me llega un mensaje de voz al celular, es porque a alguno de mis contactos marcó mí número sin quererlo.  Lo que casi siempre escucho es el ruido del ambiente, unas voces a lo lejos, y resulta imposible  saber que dicen.

Hoy, una notificación me dijo que tenía dos mensajes.  El primero resulto ser, igual que siempre, un mensaje no mensaje, con un ruido de fondo (parecía la calle) del que levemente se distinguía la voz de alguien que conversaba con otra persona.

Después de borrarlo escuche el segundo mensaje.  Los primeros segundos fueron el mismo ruido de siempre, pero luego escuché fuerte y claro la voz de una mujer que decía:

"Sé que es el 152"  A esa frase le siguió un silencio  de unos 5 segundos, y concluyó con "a él le dije..." Después de eso el mensaje nuevamente se convirtió en el mismo ruido de siempre hasta que finalizó.  ¿Qué le habrá dicho? , ¿una frase de aliento por haber quedado en el puesto número 152?

Los mensajes de voz dejan claro lo difícil que es comunicarnos con otras personas, pues muchas veces tenemos la iniciativa de decir algo, pero nos guardamos miles de palabras que lentamente se pudren o nos pudren por dentro.

lunes, 5 de septiembre de 2016

Pedido

Valeria tiene 22 años.  Es hábil con las manos y camina velozmente llevando comida en platos y bandejas hacia las mesas.  Es sábado, un día en el que muchos descansan de su trabajo y el día más pesado de este para ella.

Sonríe mucho,  ¿por qué? porque le toca, es la cara amable del lugar. Esta segura de que todos llevan caras amables, independiente de lo que sea que hagan. No tiene otro remedio que cumplir sagradamente con su actuación, la vida y su trabajo lo exigen.

De ella, en gran parte, depende que los comensales tengan una buena experiencia en el lugar. "Que se pudran los comensales".  Esta cansada de fingir, de atender, de ese trabajo  que no le da tiempo suficiente para compartir con y cuidar a su hijo de 5 años.

Un hombre llega, escanea el lugar con la mirada y, de forma insegura, se sienta en una de las mesas libres.  Ella, apenas lo ve salta como un resorte y va a su encuentro.  Parece que flotara.

Luego de entregarle la carta, el hombre le dice algo y después sonríe.  Ella no le responde nada, solo mira  un punto fijo en la pared.  Está harta de ese coqueteo mecánico, ¿acaso lleva un letrero en la frente, algo como, "prueba suerte conmigo"? No entiende por qué las personas se toman ciertas atribuciones.

Finalmente lo mira, es imposible identificar alguna emoción en su cara. Es como mirar una pared. 

"¿Cuál es su maldito pedido?" El hombre ordena y no para de sonreír.  Ella abandona su mesa con el mismo paso ligero con el que llegó.  

viernes, 2 de septiembre de 2016

Claridad

Se despertó lúcido.  Sintió extrañeza, pues el día anterior quiso  quedarse metido en la cama hasta la eternidad.  En ese llamado aparatoso a la realidad que encierra el acto de despertarse, hay ocasiones en las que se siente muy bien, como si supiera exactamente que es  lo que debe hacer en cada segundo de vida que le queda.

En esos días de "claridad", apenas despierta se queda unos veinte minutos en la cama mirando pal techo, es decir, contemplando la vida y su abundancia.  Millones de pensamientos atraviesan su cabeza, pero los surfea todos  con tranquilidad.

Hoy, en medio de ese trance, le llegó una notificación al celular.  Después de agarrar el aparato, rara vez un evento le permite abandonarlo.  Se sumió en un tecleo frenético y, de link en link, llegó hasta la página de un horóscopo.

Dado su estado de presencia plena decidió leer el suyo.  Decía:

 La forma que tienes de enfocar la vida y
 la fuerza de voluntad que te caracteriza
 te dan la mayor ventaja de las oportunidades
 que te cobijan para surgir.

Eran unas frases obvias, positivas, que se sintonizaban con su estado emocional.  Después de una primera leída decidió relamerse nuevamente en ese breve bálsamo narrativo y lo leyó una segunda, tercera y cuarta vez.  

A la quinta detecto algo, su psiquis lo alertó de un subtexto del que no había percatado.  En total leyó 50 veces ese párrafo de destino, pues estaba seguro que tanta belleza no podía ser cierta, que la vida siempre está dispuesta a jodernos, y que era imperativo descifrar el verdadero significado de ese conjunto de frases.

La última vez que leyó el párrafo estaba desahuciado; casi  seguro de que algo malo le iba a ocurrir  ese día o cualquiera de los que estaba por venir. 

"Horóscopo de mierda". 

jueves, 1 de septiembre de 2016

Soltar

A Novak Lucumí nunca le gustó el significado de su nombre: Recién llegado. De joven su madre había leído una novela de Jaroslav Hašek y se había obsesionado con un personaje que se llamaba así.  No había caso, su primer hijo varón estaba destinado a tener ese nombre.

Novak se sentía como un recién llegado en todos los lugares, sin importar cuanto tiempo llevara en ellos y lo bien que desempeñara sus tareas. Creía que, como buen primerizo, lo único que hacía era improvisar en el día a día.

También le parecía rimbombante la mezcla de su nombre con un apellido de origen chibcha, efecto que lo hacia sentir algo caricaturesco; pero Novak tenía mejores cosas que pensar que esas inconformidades otorgadas por el destino.

Tenía 27 años y estaba a punto de celebrar su cumpleaños.  Para él esa  edad era el último bastión de la juventud y una vez arrasado, comenzaría el lento y tortuoso camino de la adultez.  

Novak tenía preparado su autoregalo de cumpleaños. Llevaba 8 años trabajando en una compañía de telecomunicaciones y desde hacía cuatro, estaba preparando su salida para dedicarse a su proyecto de vida.  El día de su cumpleaños entregó su carta de renuncia.

El siguiente año fue una montaña rusa emocional para Novak.  Al zambullirse en el mundo del emprendimiento le hizo todo el honor posible al significado de su nombre.  Las cosas no marcharon como esperaba.

Un día recibió una llamada a su celular.  Era el nuevo gerente de recursos humanos de la empresa donde había trabajado.  Le contó que el cargo que había desempeñado había quedado disponible  y que su anterior jefe, el señor Martínez, se lo había recomendado. Quedaron en que al siguiente día   a las 7 de la mañana pasaría por la empresa, para una charla informal sobre su reintegro a la compañía pues, sin contar el tediosos papeleo, el cargo ya era suyo.  Novak le dio las gracias. "Nos vemos" fue lo último que dijo  antes de colgar.

Llego a su casa a las 10 de la noche, apagó su celular. Se baño, se puso su mejor pinta y se fue de juerga.  Nunca cumplió su cita.