Camila es la mujer que me corta el pelo desde hace más de una decada. Hoy fui a la peluquería y la agarré justo en el momento en que se ponía el bolso en su hombro para irse a su casa. Lo soltó me saludo y me hizo seguir a su lugar de trabajo.
Después del saludo y frases banales para dar inicio a una conversación, le pregunté de que se iba a disfrazar, pues todas las peluqueras en su lugar de trabajo hacen un concurso de disfraces y los clientes votan por el mejor. Al final del día la persona con más votos se lleva un premio en dinero. "De Xena, la princesa guerrera" me contesto con entusiasmo.
Sonreí y le pregunté que cómo estaban sus hijos. Me contó que su hija, que sufre de depresión, seguía en la casa, pero que estaba estable y que su hijo estaba muy clavado en su primer semestre de Ingeniería de sistemas. Noté un poco de tristeza en su voz, así que decidí cambiar el tema de nuevo. Le pregunté si iba a salir de vacaciones este año.
Me dijo que no, que este año le ha tocado duro y no ha podido ahorrar casi nada de dinero, que como ahora esta sola en la casa, su esposo se fue con otra, le ha tocado muy difícil. "El sabe que tiene que darle plata a mi hijo para su transporte entre semana,pero ¿tú crees que lo hace? me lanzó la pregunta mientras nuestras miradas se encontraban en el espejo. "¿no? "le pregunté y confirmo mi respuesta en silencio. "Ya estoy cansada de decirle. Mi hijo también debería decirle, pero sé que eso también lo afecta a él, y debe pensar que no debería andar detrás de su papá pidiéndole dinero."
Me parece que Camila es una buena mujer y que la vida la debería tratar mejor. Pero está claro que la buena fortuna no es proporcional a lo buena persona que podamos ser.
¿Qué tanta vida nos quitan las angustias? ¿fulminan estas las energías que nos dan nuestros aciertos y los momentos de felicidad que, a veces, parecen escacear?
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