Hay sábados, si no he trasnochado, en los que trato de levantarme algo temprano y me voy a leer a un café que queda cerca a mi casa, plan simple pero el cual me agrada mucho, porque en dichas sesiones de lectura logro concentrarme, siento que todo fluye y que no hay nada por lo que me tenga que preocupar.
El sábado pasado cuando llegue a ese sitio, estaban desayunando en una mesa un grupo compuesto por 7 mujeres y un hombre que eran sordos, mudos o bien sordomudos. Ellos estaban enfrascados, me pareció de acuerdo a sus sonrisas, en una amena conversación, mientras se comunicaban por medio de su lenguaje de señas con las manos.
Siempre me ha intrigado mucho esa forma de comunicación, pues me parece complicada, y admiro a las personas que la dominan y la hacen ver tan fácil. Al verlos gesticulando y moviendo sus manos, me pareció como si estuvieran llevando un ritmo y tiempo, lo que me llevó a pensar que por eso es que se encontraban tan contentos y su conversación fluía.
Tal vez por esa forma de llevar el ritmo de la conversación, los sordomudos logran una mejor empatía con sus interlocutores; a diferencia de los que nos comunicamos a través de la voz y las palabras, pues muchas veces no entendemos lo que nos quieren decir, no se nos da la gana entenderlo, y en varias ocasiones atropellamos las palabras del otro, buscando el conflicto y/o la des acreditación.
Imagino que el lenguaje de señas tiene tiene un punto a favor, pues un conjunto de estas significa algo concreto y puntual, que no se puede tergiversar
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