Camina. Mientras lo hace piensa que los semáforos deberían funcionar cómo un sistema binario: luz verde y roja; 1 y 0. Apenas se introduce otro elemento, el amarillo en este caso, este da paso para interpretaciones subjetivas, y esos pequeños espacios de certezas absolutas, tan difíciles de encontrar en el mundo, se van a la mierda.
Es lindo pensar que podemos tomar nuestras propias decisiones, que somos libres, pero nada, siempre estamos determinados por las de otras personas o por el funcionamiento de los sistemas que cuando no son binarios nos joden el caminao al, supuestamente, dejarnos decidir.
Pero el amor es imposible llevarlo a ese terreno de absolutos de ceros y unos, de me quiere o no me quiere, ¿cierto?, pues quién sabe en medio de esos dos territorios qué cantidad de emociones y actitudes pueden llegar a existir. “¿Acaso no era yo el verde de Juan, su uno?” se pregunta, pero ya no importa, Juan decidió irse con la perra de Camila y que más da saber si ella, la otra, era su cero o rojo, amarillo o quién sabe que otro color.
Absorta en sus pensamientos, el ruido de la frenada del carro la trae de vuelta a la realidad demasiado tarde. Amarillo significaba "pasar" tanto para ella como para el conductor del auto.
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