El escritor cuenta que es una persona muy solitaria a quién no se le da bien escribir diálogos, que por eso sus personajes tienden a ser solitarios, bueno no los califica con esa palabra, sino que los define como “concentrados sobre sí”, que suena como a lo mismo, ¿no?
Me llaman la atención los títulos de sus novelas, pero no los anoto; me autoengaño pensando que los voy a pasar por alto, pero sé que se me van a quedar grabados en el subconsciente y que en cualquier momento rasgunañaran la superficie de mis pensamientos, y el universo conspirará de alguna manera para que me los encuentre de nuevo en un artículo, en el estante de una librería o en una conversación; solo por mencionar algunos escenarios. Recuerdo lo acertado que estuvo Frank Zappa: “Muchos libros, poco tiempo”. La cantidad de libros que se quiere leer siempre crece a una tasa inversamente proporcional a la velocidad de lectura.
También cuenta el escritor, que ese ensimismamiento de sus personajes, los lleva a refugiarse en el alcohol. Me gustaría sentarme a tomar unos tragos y dialogar con ellos, pues imagino que son buenísimos para dar consejos o para enfrascarse en monólogos que quizá los enredan a ellos, pero iluminan al resto. Pero quién sabe que tan fácil sea cumplir eso, pues ya sabemos que tienden a ser solitarios y deben evitar ese tipo de espacios.
Pensé que tenía algo más que decir acerca de los diálogos, quizá sí, pero son un montón de opiniones que, viéndolas bien, aburren un poco.
De pronto quiero parar acá porque tengo sueño, o porque me distrae ese grupo de mujeres que están celebrando el cumpleaños de una tal María Camila en un edificio cercano, cantando música para planchar a grito herido; ya saben ustedes, ese popurrí de: Debo hacerlo todo por amooor…. En fin, están en su derecho, es viernes.
Volviendo al tema, el escritor se llama Antonio Ungar.
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