Hoy no iba a escribir nada. Ayer escribí algo en lo que explicaba mi supuesta no-escritura de hoy, pero deje el texto a medias, supuestamente pare editarlo y publicarlo hoy. Nunca me gusto, no sé, me parece que fue un escrito, digamos, hipócrita.
Me desperté hace una media hora y no tengo idea a que hora me dormí; fue en la madrugada después de leer un par de capítulos de un libro, y luego de tener el control remoto del televisor en mis manos y dudar de si prenderlo o no; al final lo puse en mí mesa de noche, que de mesa no tiene nada pues es un mueble modular. y decidí dormirme. Parece que hay veces que uno quiere prolongar el día quedándose despierto a la fuerza.
Mi higiene del sueño en los últimos días está muy sucia, entonces quién sabe qué es o cómo debería llamarla. Cuando me trasnocho siempre me prometo dormir las supuestas 8 horas reglamentarias, sin necesidad de poner alarma, pero pocas veces lo logro, pues algo me despierta, un síntoma interno o externo. De pronto tiene algo que ver con mi desorden en las comidas en estos días de fin de año: desayuno tarde, lo que corre la hora del almuerzo, lo que me obliga a picar cualquier pendejada en la noche.
Hace un rato, recostado en la cama, y mientras pensaba sobre ese texto que escribí ayer para publicar hoy, se me ocurrió una idea para un cuento. Va a tratar acerca de una persona que emigra. En ese otro lugar “nuevo”, la persona tiene el chance de ser alguien más, de supuestamente cambiar de vida, ser otro(a), aunque creo que uno nunca deja de ser, del todo, quien fue.
La idea no tiene nada de novedosa, en el sentido en que se han escrito miles de textos similares, es decir, de personajes que experimentan un viaje físico y otro interno al mismo tiempo, pero fue lo que se me ocurrió y todo depende del tratamiento que le dé; lo que más me gusta, es que creo que a diferencia de esa idea para un cuento pretenciosa, de las que les hablé hace un par de ideas, esta me suena sincera.
Pero volvamos a la cama, es decir, visualíceme, querido lector, de nuevo recostado en ella. Estaba ahí, rumiando pensamientos, cuando llegó la idea del cuento y decidí anotarla en el celular, al que le quedaba 15 % de batería. Para un celular normal, o no viejo, esa cantidad de energía habría sido suficiente, pero no para el mío que poco a poco va sacando la mano. No quiero pensar en el día en que de nuevo me toque invertir en uno, son aparatos muy caros, ojalá no dependiéramos tanto de él, de las redes sociales, en fin.
Volvamos ahora al tema de la batería, cuando mi celular tiene esa cantidad de carga, significa que en cualquier momento se puede apagar, y eso fue lo que ocurrió, apenas anoté dos frases que pretendían contener la idea del cuento.
Luego de eso me distraje con otro par de pensamientos, hasta que decidí reptar, es un decir o, mejor, un escribir, hasta el escritorio y aquí estoy escribiendo estas líneas de navidad, que no tengo idea cómo concluir. Hagámoslo fácil:
¡Feliz Navidad!
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