Estoy de vacaciones. Cuando me voy de la ciudad por unos días pienso en lo mucho o poco que voy a dejar de escribir y siempre, para remediar esa no-escritura, me prometo pensar, en los días de descanso que vienen, en muchos temas sobre los cuales podría escribir, pero nunca lo hago.
Desayuno mirando hacia el mar. Una vista, de seguro, inspiradora. A ratos contemplo su inmensidad y me arrullo con el sonido de las olas. El mar, tanta agua junta, su ir y venir, no preciso qué, tranquiliza, anestesia las angustias, algo le hace a nuestro cerebro.
Leo En estado de viaje de Clarice Lispector. El libro es un compendio de cartas y crónicas de esa autora, y mi primer encuentro con ella. Me he dado cuenta de que me llaman mucho la atención este tipo de libros, pues me parece que están desprovistos de la “seriedad” de las novelas, y dan a conocer una faceta diferente de los escritores; los expone más humanos o cercanos, por decirlo de alguna manera. Me gusta ver como escriben acerca de su día a día, desde desayunar, ir a comprar un vestido, unas flores o un perfume, hasta sus apreciaciones sobre la escritura, la literatura y sus novelas. Igual me ocurre con los diarios.
Intercalo la lectura con vistazos al mar, en los que miles de pensamientos cruzan mi cabeza; en uno de esos avistamientos, en el que enfoco una lancha blanca, con una bandera amarilla, que se mece en las olas, se me ocurre una idea para un cuento.
Al principio me parece buena y la anoto en mi libreta o, más bien, la garabateo. Escribo la idea principal y la encierro en un círculo, del que luego nacen varias flechitas erráticas, que terminan indicando otras ideas que, considero, soportan la gran idea o espina dorsal del cuento.
Cuando creo que termino de anotar lo que se me ocurre, producto de esa presunta epifanía, vuelvo a leerlo todo, tacho algunas frases para no tenerlas en cuenta nunca y otras las paso a limpio con, lo que creo, una letra más estilizada.
Me quedo pensando en la idea del cuento hasta que me sabe a feo. El cuento, la idea, lo que sea que se me ocurrió, es pretencioso, en el sentido que quiero sonar listo, pero la verdad no me veo escribiendo sobre el tema, es decir, creo que me aburriría, y que no me voy a divertir en lo más mínimo.
Quizás a otra persona le quede mejor la idea—Puede que eso ocurra con las ideas, que tengan diferentes tallas y hormas y por más buenas o inteligentes que sean o parezcan serlo, simplemente no nos quedan bien—para utilizarla como mejor le parezca, pero no a mí.
Dejo la libreta a un lado lado y me dedico de lleno a la lectura y a mirar el mar.
“Tal vez querer escribir sea por orgullo, ¿no sientes a veces eso?
Deberíamos contentarnos con ver, a veces. Felizmente muchas
otras veces no es orgullo, es deseo humilde.”
— Clarice Lispector —
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