martes, 4 de agosto de 2015

Dejar respirar

Ayer comencé a escribir un texto, hasta que me acordé de algo que alguien me dijo el fin de semana pasado que me hizo confrontar muchos puntos de vista personales.  Ese recuerdo  me hizo dar rabia, dejé de escribir y me fui a ver televisión.  

 Eso a veces es bueno, es decir, que alguien haga el papel de antagonista, pero entonces  ¿Por qué me dio rabia? porque me molesta cuando los que lo cumplen no cuentan con argumentos sólidos y la historia a la que nos enfrentan se basa en el miedo y/o angustias personales; eso  aburre a cualquiera.

Volviendo al tema del escrito, lo dejé por la razón que ya expliqué y también porque estaba cansado.  Dudé en dejar de escribir, y mientras pensaba en  hacerlo o no, le dí una leída al texto.  

Me encontré con un párrafo de las mil madres que no tenía sentido alguno, lo leí varias veces, le agregué un par de palabras, le cambie puntos por comas, comas por punto y coma, pero nada, el maldito seguía igual de ininteligible. Eso aumentó mi rabia, grabe el documento y apagué el computador.

Hoy volví a trabajar en el documento.  Primero lo leí todo, después comencé a editarlo y logré derrotar ese párrafo que parecía no tener sentido alguno.  Ahora me parece que todo el escrito tiene más sentido y ritmo.  

A veces es bueno dejar que las cosas respiren, apartarse por un rato para luego tomarlas y atacarlas de nuevo.  Eso es algo que no solo se debe hacer con los escritos, sino con cualquier  situación o evento  al que no le vemos ninguna salida en un momento determinado.