Cada vez la línea entre la vida y la muerte se hace más borrosa. A veces eso me angustia, es decir, nunca saber si este va a ser nuestro último día sobre la tierra. ¿Habrá forma de quitarnos de encima esa probabilidad de muerte que parece nos es asignada todos los días?, o definitivamente y como reza el dicho "cuando a uno le toca le toca". Es una lástima que esa frase solo tenga relación con la muerte; pienso que también aplicarse en cualquier otro contexto de nuestras vidas, pero bueno, al final, si uno se fija bien, la muerte se nos cruza en todo lado, y es un tema que siempre parecemos tener a la mano.
Imagínese que usted es una persona, súper religiosa, y que hace parte de un grupo de oración el cual se reúne, qué sé yo, digamos que los Miércoles, bien sea en la casa de uno de los integrantes o en la iglesia del barrio.
Un día, de repente, llega una persona con las manos entre los bolsillos de una chaqueta negra, que usted ni ninguno de sus compañeros conocía. Todos le dan la bienvenida, pues siempre será bueno que más personas confíen y se acerquen a la iglesia, ¿cierto?. Digamos también que comienzan la reunión leyendo un pasaje de la biblia, el cual luego discutirán entre una y otra oración.
Las llamas de las velas incrustadas en los candelabros bailan de un lado a otro, parecen inquietas. Quizá usted o algún otro integrante del grupo, se sintió incomodo con la presencia del nuevo miembro, pero ni modo de decirle que se vaya, se supone que a la larga todos somos hermanos y debemos aceptarnos y respetarnos (en un mundo paralelo tal vez las cosas si funcionen así)
Después de una hora de reunión, usted decide, concentrarse en sus oraciones, mientras se siente mal por haber juzgado a esta otra persona. Todos se encuentran con los ojos cerrados; cada uno concentrado en las palabras que dice mentalmente.
Suenan varios disparos, usted abre sus ojos, y el hombre que apareció como de la nada, le está apuntando.
¡BANG!
Ese personaje callado, que finge ser religioso existe. se llama Dylan Roof y mató a 9 personas que se encontraban rezando en una iglesia, sólo porque sí, porque le dio la berraca gana.
Ya ni rezar nos salva.