Son las 9:30 y estoy a punto de apagar el computador cuando me acuerdo que no he escrito nada. Bueno, solo un decir, porque si he escrito otras cosas hoy, pero no para Almojábana, entonces mi psicorigidez se activa y me obliga a escribir algo para mi blog.
Pero ocurre lo mismo de siempre, estoy cansado, no tengo ni puñetera idea sobre qué escribir y además de eso tengo los pies helados. Entonces, mientras trato de escarbar alguna idea en mi cabeza a la cual le pueda arrancar unas cuantas palabras, no logro concentrarme porque solo pienso en el frío de los pies, así que muevo los dedos de forma frenética a ver si se calientan.
A medida que hago eso, ya me doy cuenta el rumbo que toma este escrito: lo que los gringos llaman free writing o escritura automática, lo que el cerebro vomite porque sí, sin pensarlo, en una fracción de segundo: gotas, esfero, hoja blanca, celular, por ejemplo. Eso no lo pensé, sino que son los objetos que tengo delante de mis narices, que no sé porque se utiliza el plural si solo se tiene una, igual que cuando uno dice: “hicieron algo a mis espaldas”. Imagino que debe ser por sentirse traicionado, entonces uno piensa en dos o más espaldas, para buscar más protección, qué sé yo.
La verdad es que había intentado escribir algo unas horas antes, pero estaba seco de palabras y después de mirar la pantalla con el cursor titilando como un pendejo por un par de minutos, me fui a la cocina a comer algo a ver si me despejaba la mente y después pensé: “pues que se jodan los dioses de la escritura”, pero ya ven, al final termine rindiéndoles tributo.
Siendo las 9:40 les informo que mi táctica de mover los dedos surtió efecto y los pies ya se me calentaron. Siendo así, doy por terminadas estas palabras que quizá no tienen ni pies ni cabeza, pero bueno, las escribí.