viernes, 28 de abril de 2023

Operación precisa

Quedo de verme con A. a las 10:30 a. m. Me envía un mensaje y me dice que no alcanza, que mejor a las 11. Le respondo que no hay problema y antes mejor porque ya me veía llegando tarde.

Finalmente nos encontramos a las 11:30 y no se puede demorar porque tiene que recoger a su hijo dentro de una hora, pero igual charlamos un rato y, me parece, tenemos una conversación productiva a pesar de su corta duración.

Cuando nos despedimos me pregunto: ¿Y ahora qué?

Comienzo a deambular sin rumbo alguno y un vacío en el estómago me recuerda que ya es la hora del almuerzo. ¿Pero solo?,  y pues sí, qué carajos, no entiendo bien porque andar solos está tan satanizado.

Me doy cuenta de que estoy cerca de ese restaurante mexicano que tanto me gusta y comienzo a caminar hacia el lugar. Antes de llegar ya sé que voy a pedir: 3 taquitos, 1 al pastor, 2 de camaron con salsa chipotle y una ginger con hielo y rodajas de limón.

Ya en el lugar de todas formas vuelvo a mirar la carta y me entero de que lo tacos de camarón también llevan piña. Que buen dato, le podría echar piña sin problema alguno a todo lo que me como.

Cuando mi pedido llega a la mesa, el mesero también trae una botella de salsa picante. La etiqueta dice: Del primo, salsa habanera roja, y a esa frase la acompaña un dibujo de un hombre con bigotes largos, sombrero y chiles rojos y verdes a su alrededor.

Es ahí cuando debo efectuar una operación precisa, pues quiero echarle salsa a los tacos, pero solo unos punticos porque se ve demasiado picante, entonces le quito la tapa y la inclino lentamente para derramar la cantidad exacta.

Muerdo el primero, me pico lo justo, y determino que la operación fue un éxito.

jueves, 27 de abril de 2023

4:13 a. m.

Algo me despierta. Abro los ojos y el cuarto está completamente a oscuras. Como casi no hay ruido alcanzo a escuchar  mi respiración. Le presto atención por un instante hasta que un carro que, parece, va a toda velocidad, pasa por una de las calles cercanas.

Menos mal que no son las 3 de la mañana, la hora del diablo, pues dicen, los que saben de esas cosas, que abandonar el sueño abruptamente a esa hora, tiene que ver con actividad paranormal.

No soy del club de las 4 a.m. ni tampoco del de las 5. Pertenezco más bien al de las 7, pero tengo ganas de que me admitan en el de las 10:00 o 10:30, pero en ese grupo deben estar personas del estilo de Paris Hilton, sin mayores preocupaciones que dedicarse a tener billete, entonces veo complicado el ingreso.

Vida catresetentadoblequintuplehp, ¿Por qué me desperté?, me pregunto, y caigo en cuenta al instante: un dolor martilla el costado izquierdo de mi cabeza.

Acomodo las almohadas y cierro los ojos. Intento relajarme a ver si de pronto se esfuma. Lo hago por un par de minutos, pero no pasa nada.

Entonces imagino que soy un monje Zen, Shaolin, Capuchino, monje al fin y al cabo, y tomo consciencia de mi respiración, de como entra el aire frío y luego sale caliente.

Intento entrar en un estado profundo de meditación, pero tampoco pasa nada. El dolor de cabeza sigue ahí, como si nada e incluso es más intenso.

Como ninguno de mis métodos de relajación funciona, me pongo de pie derrotado, me zampo una pastilla y mojo un pañuelo para ponérmelo en la frente. Me gustaría ser como una amiga que no consume medicamentos, porque dice que el cuerpo es capaz de aliviar el dolor por sí solo, a punta de concentración, meditación o quién sabe qué. Yo no soy tan valiente y si debo tomar una pastilla para tratar alguna dolencia bienvenida sea con los efectos secundarios que traiga.

Prendo el televisor, pero la luz me molesta y lo apago de inmediato. Cierro los ojos de nuevo y al final la relajación surte efecto. El dolor comienza a esfumarse al tiempo que me voy quedando dormido.

miércoles, 26 de abril de 2023

¿Qué me pasa?

No sé qué me pasa. Llevo como quince minutos mirando la pantalla sin hacer ni el más mínimo amague de escribir. Estoy estancado por completo. La verdad tengo más ganas de levantarme del escritorio y echarme en la cama a mirar pal techo, que ponerme a escribir algo. ¿Qué por qué lo hago entonces? No sé de pronto es masoquismo puro o, como dicen hoy en día, porque la escritura es terapéutica.

Ahora que me viene ese término a la mente y aprovechando que mi cerebro está lento, pues hablemos de eso. Además, hoy esto en modo opinionador y no en modo contar historias. Lo sé, un asco total, pero es lo que hay querido lector. A veces hay que conformarse con lo que hay y dejarse llevar por la corriente y ya está, ser como la hoja de un árbol que el viento arrastra para donde le dé la gana. No resistirse a nada.

¿Pero si ven? Ya me desvié del tema que me había encontrado, el de escritura terapéutica. El punto, bueno el mío por lo menos, no sé si alguien lo comparta, de pronto soy yo solo contra el mundo, pero bueno, como dicen por ahí: terco pero decidido.

El punto del que no hablé en el párrafo pasado, es que no tengo nada contra de la escritura terapéutica, pero su nombre me parece redundante. Casi toda la escritura es terapéutica, a menos de que uno escriba manuales de electrodomésticos o algo por el estilo.

Estas palabras, por ejemplo, sin ton ni son, ya sacudieron un poco mi estado aletargado. No digo que del todo, pero de algo han servido, porque, ya sabemos, escribir es terapéutico.

Ahora me voy a echar en la cama.

Hasta luego.

martes, 25 de abril de 2023

Los imbéciles del 402

Antes en el 402 vivía D. un anciano que ponía a calentar ollas en la estufa y muchas veces lo  olvidaba, hasta que a los vecinos les empezaba a llegar el olor a quemado y avisaban a la portería.

Que miedo eso, no lo de quemar la comida sino lo de envejecer, en fin. D. ahora vive en una residencia para personas de la tercera edad. 

Luego el apartamento lo ocupo J. el nieto de D, un personaje medio alocado que se la pasaba de fiesta en fiesta. Esos eran los rumores y muchas veces los fines de semana se escuchaba música y voces en su apartamento.

Otros rumores cuentan que J. se fue a Estados unidos y que allá murió, quién sabe si de tanta fiesta o qué.

Luego P. el hijo de D. y tío de J., ocupo el apartamento por unos meses, pero por cuestiones de trabajo se tuvo que ir del edificio.

Ahora el apartamento está arrendado y después de un interrogatorio a los porteros, se sabe que viven dos hombres: uno mayor y otro menor.

Pues bien estos dos hombres siguieron la tónica fiestera de J. y el sábado pasado muy a las 2:30 a.m, cuando un dolor intenso me comía la cabeza, decidieron, con un grupo de amigos, al parecer todos hombres, cantar a grito herido canciones que también ponían a todo volumen.

Me despertaron con Living on a Prayer de Bon Jovi y cada vez que llegaba el coro (Whoa, we're half way there Whoa oh, livin' on a prayer) los imbéciles coreaban el Whoa como si su vida dependiera de ello.

Luego continuaron con The reason de Hobbastank, canción que me parece sonsa.

Y luego, para terminar de indignarme, cantaron Wonderwall, canción que, me parece, está sobrevalorada y me aburre demasiado.

Pues bien así siguieron hasta casi las 5 de la mañana  y no hubo ni celador ni policía que pudiera callarlos.

¿Por qué algunas personas son tan imbéciles?
 

viernes, 21 de abril de 2023

7 libros

Volví a la FilBo.

Siempre pienso: “Este año no voy a comprar tantos libros, ¿para qué atiborrarse de libros de un tacazo si los puedo comprar en una librería en cualquier momento ?”, pero cuando apenas pongo un pie en el primer pabellón que visito, me olvido de eso.

“Ayer que fui a la charla pasé por un pabellón y me dio una alegría, una emoción ja. Es una cosa rara la sensación de la FilBo”. Nos dijo C., una amiga, por un chat, y es verdad, la Filbo siempre emociona.

Como siempre, visito la feria sin ningún libro en mente, y deambulo por ella sin una intención precisa.

El primero que escojo es Las intermitencias de la muerte de Saramago. Pienso que el escritor Portugués es de esos autores con los que uno siempre va la fija y me gusta mucho cómo maneja el absurdo. Hacía poco había leído unas notas que tomé de su novela El Hombre Duplicado y por eso me llamo la atención su libro en el que la gente deja de morir.

Ya no recuerdo bien el orden de compra, es decir, cuál fue el segundo que decidí llevarme. Creo que fue Mis últimos 10 minutos y 38 segundos en este extraño mundo de Elif Shafak, porque me cautivo su premisa: “El cerebro permanece activo unos 10 minutos después de que el corazón deja de latir”.

En otro stand me topé con Malabarista Nervioso, un libro de cuentos de Luis Miguel Rivas. De este autor había leído Era más grande el muerto, y me gusta porque habla de eventos cotidianos de barrio y ciudad.

Luego miré el celular y María, una paisa a la que le encanta leer y a la que le había pedido una recomendación, me había escrito lo siguiente: “Hamnet, que no he leído, pero lo quiero leer”.

En el pabellón de caricatura aproveché para comprarme un separador y escampar de un aguacero que, afortunadamente, fue express. Luego me metí en otro pabellón cercano y me puse a mirar una sección de literatura colombiana.

Había varios libros de Santiago Gamboa. Antes había pensado comprar Colombian Psycho, su última novela, pero al final no lo hice. En este lugar hojeé El síndrome de Ulises y leí la contraportada. Nunca he leído nada de ese autor, así que entre de nuevo al chat , pues días entes M, el  esposo de C., me había recomendado unas novelas de Gamboa, entre las que se encontraba la que había tomado.

Luego, caminando desprevenido, se me apareció Hamnet y decidí que era una señal del destino y también la llevé.

Antes de seguir este recorrido desordenado, debo contarles que también había comprado Escribir de Marguerite Duras, pues me gustan esos libros en los que los escritores hablan de su oficio.

En ese punto ya me dolían los pies de dar tantas vueltas y solo me quedaba ir al pabellón de México, el país invitado. Allá le pregunté a uno de los vendedores en que lugar estaban las novelas y luego de que me indicara me puse a mirar los libros, pero ninguno me llamaba la atención. Cuando creí que no iba a encontrar nada, apareció el libro de Crónicas completas de Clarice Lispector, que no sé por qué estaba ahí, pues la escritora es brasilera.

De ella había leído En estado de viaje, Otro libro de crónicas y una, que trata sobre unos bailarines de flamenco me preció brillante. Lispector también era muy buena narrando lo cotidiano. Al final decido llevar ese libro porque también cumplía con mi teoría de precio y volumen: a mayor precio mayor número de páginas.

Larga vida a la FilBo.

miércoles, 19 de abril de 2023

Watcha gonna do?

Desde semana santa le perdí el ritmo de sentarme a escribir por culpa de una gripa que me tumbó en la cama y que me quito el ánimo de hacer cualquier cosa. Recuerdo que una noche fue un infierno, pues tuve fiebre y me la pasé en un duermevela acompañado de sueños raros, y cuando me despertaba no sabía bien quién era; supongo que la fiebre me hizo delirar.

En esos días que no escribí ni leí, pensé que quizás no debería escribir en este espacio cinco veces por semana, sino solo cuando me ocurriera algo que yo creyera digno de contar. Pero luego cambié de opinión y me dije a mí mismo: “mí mismo puede que haya días que no escriba, pero igual va a tratar de seguir haciéndolo con la misma periodicidad y bajo la misma premisa de siempre: contar lo que sea.

Dicho esto, hoy también pensé en no venir por acá, pero escribir siempre será terapéutico, por ese heme aquí tratando de imprimirle algo de sentido a estas palabras.

Decidí hacerlo, hablo de sentarme a escribir, hace un momento cuando me llegó la siguiente letra a mi cabeza:

Whatcha gonna do?
Time's caught up with you
Now you wait your turn
You know there's no return


Tenía claro que era una canción de Balck Sabbath, pero no recordaba su título, así que la busqué en Google y me acordé de que era Hand of Doom del albúm Paranoid.

La dos primeras líneas Whatcha gonna do? Time's caught up with you, me hicieron pensar que no hay tiempo para nada, que la vida es un segundo y luego estamos muertos. Por eso no hay excusa para dejar de hacer lo que a uno le gusta.

Luego de escuchar esa canción, puse The Wizard y ahora escucho, en mi humilde opinión, el mejor albúm de Black Sabbath: Master of Reality.

martes, 18 de abril de 2023

El amor de mi vida

Hace unos días estaba decidiendo que novela leer y me topé con este libro de Rosa Montero. No es una novela, sino un texto en el que habla sobre su amor por la lectura y cómo prefiere esa actividad sobre la escritura. 

 Cada capítulo habla sobre una novela que la marco por algún motivo, pero lo que me ha gustado es que muchas no son los grandes clásicos, sino novelas de las que uno nunca se enteraría de su existencia si no es por este tipo de libros.

Me gusta leer a escritores que escriben sobre otros escritores. Imagino que eso se debe a que siempre ando en búsqueda de recomendaciones de libros, así tenga muchos en cola de lectura. Ese, creo, es otro deporte de las personas a las que les gusta leer, anotar o intentar grabarse en la cabeza cuanto título nuevo les llame la atención.

Recuerdo que en pleno auge de la pandemia asistí a una charla virtual que trataba sobre Borges, su obra y detalles de su vida. El escritor que la daba contó, por ejemplo, que en sus últimos años de vida estaba casi ciego, y como no podía leer bien, una vez se aprendió de memoría un discurso que debía dar. A mí me gusta conocer ese tipo datos curiosos sobre los escritores y así lo mencioné en un grupo de WhatsApp en el que hay algunos extranjeros. Una mujer inglesa me dijo de frente que le parecían una perdedera de tiempo esas charlas en las que un escritor habla sobre otro.

A mí me parecen todo lo contrario y siempre estoy dispuesto a escuchar historias sobre escritores. Esa señora siempre me pareció extraña porque en los Hay Festival, por ejemplo, prefiere ir a charlas de académicos y políticos, en vez de escritores de literatura, pero bueno, cada quien con sus gustos ¿acaso no?

jueves, 13 de abril de 2023

Temporadas

Al finalizar la tarde me senté a escribir algo y no me salió nada. Me quedé viendo como titilaba el cursor, pero ni media palabra abandonó mis manos. Al final me aburrí y pensé: “pues de malas, hoy tampoco escribo”.

No recuerdo que hice apenas me puse de pie, pero si es así fue porque no fue nada decisivo, nada como para decir: “uff que bien aprovecho mi tiempo". Lo más probable es que me haya puesto a farolear por ahí y en medio de ese hacer nada, enredé mi cabeza en fantasías de poca monta.

Llevo una buena racha de días sin escribir. Experimento, imagino, una temporada de no-escritura. No le veo nada malo a eso, o bueno sí, pues como dice Millás, cuando se deja de escribir algo se desbarajusta en el mundo; el hecho es que no me quiero forzar, porque termino escribiendo textos sonsos que no disfruto para nada.

Así me pasó hace un rato, pues después del fracaso de la sesión de no-escritura previa, decidí volver a la carga y escribí un pequeño texto de ficción, pero cuando lo leí por primera vez, sentí que estaba lleno de gritas narrativas. Igual ahí lo dejé, a ver si algún día tengo ánimo de retomarlo, de imprimirlo y quemarlo o de lo que sea.

Borrar y quemar, desaparecer. A veces esa es la mejor táctica y no solo para la escritura, en fin.

De pronto todo esto solo me está indicando que me olvide por un tiempo de la escritura y me concentre solo en la lectura, actividad que, no queda duda y me le paro a quién sea, supera a la escritura. Rosa Montero tiene mucha razón al decir: “Dejar de leer es la muerte instantánea. Sería como vivir en un mundo sin oxígeno”.

Vargas Llosa no se queda atrás: “Lo más importante que me ha pasado en la vida ha sido aprender a leer”.

miércoles, 12 de abril de 2023

Nadismo

Llevo un par de días sin aparecer por acá. Han sido un par de días en una especie de limbo, producto, imagino, de residuos del malestar de la semana pasada, de una noche de fiebre que me hizo delirar y me dejó como marca un fuego en el labio.

Eso del fuego me acuerda de un artículo que leí sobre combustiones espontáneas en una revista Muy interesante cuando era pequeño, y que no me dejó dormir por varias noches, pue pensaba que me iba a ocurrir, y que de mí solo iban a quedar un montón de cenizas sobre el colchón, tal cual como en algunas fotos del artículo.

Volviendo al tema, esos calores, al parecer, habían freído mi sistema. Por eso no había vuelto a escribir nada, porque no me habían dado ganas de hacerlo. Lo único que quería hacer era echarme en la cama y mirar pal techo; actividad poco recomendable en ese estado que experimentaba pues entraba en modo trascendental y me planteaba todo tipo de preguntas.

experimentaba entonces un episodio crónico de nadismo: ganas de hacer nada, hasta el punto de que ni siquiera quería leer.

No tener ganas de hacer eso indica que algo anda mal, muy mal.

Era una especie de internal server error del alma, y debía hallar la manera de Limpiar la caché y las cookies de mi navegador interno.

No sabía cómo hacerlo así que supuse que una posible solución era aplicar el Ctrl+Alt+Supr más viejo del mundo: dormir, y eso fue lo que hice: dormir más que un perro chiquito recién nacido.

Mi método debió haber surtido efecto porque hoy me levante renovado, con ganas de leer todos los libros que tengo pendientes y de arrejuntar unas cuantas palabras.

Me desperté, a la larga, con ganas de hacer cosas, lo que fuera, y bien dice Ray BradBury en Zen en el Arte de Escribir que hacer es ser, y que haber hecho no es suficiente, sino que la clave está en atiborrarse de hacer; ese es el juego.

Imagino que hacer, lo que sea, evita caer en las trampas de la mente, en rumiar una y otra vez pensamientos que, de tanto procesamiento, se transforman en esa sustancia viscosa y oscura que conocemos como ansiedad.

jueves, 6 de abril de 2023

No estar

Miércoles8:04 p.m

Escribo esto en la aplicación de notas de mi celular, echado en la cama, sin ánimo de nada.

Ayer me empezó una leve carraspera en la garganta, con episodios eventuales de tos de perro y concierto de estornudos.

Hoy esos síntomas mutaron a un resfriado, gripa, lo que sea que tengo.

Ahora soy puro dolor de cuerpo y de cabeza.

Estoy más aburrido que Caballo en un balcón, pero bueno, por lo menos el malestar coincidió con la semana más aburridora del año y sus días festivos.

Pido disculpas a los católicos hardcore, pero así me parece. Siempre he sentido que el tiempo transcurre de forma extraña en estos días, y con este malestar que tengo se ha potenciado esa sensación.

Todavía no sé si dormí un rato o no por la, solO recuerdo que me quité los lentes de contacto.

Ahora soy muy cuidadoso de quitármelos antes de dormir, desde que mi hermana me compartió la noticia de un hombre que se quedó dormido con ellos y se quedó ciego.

Volviendo al tema de semana santa, creo que la culpa de que la sienta aburridora es de Ben-Hur.

Cuando era pequeño y no había tv por cable, en la casa, ni parabólica ni nada, miraba las misma programación de siempre en la televisión nacional.

Entonces siempre me topaba con Ben-Hur, y esa escena de la carrera de caballos que está llena de acción.

"Esto se ve bueno, es como una especie de Indiana Jones" pensaba, pero después de esa escena la película se volvía aburridora.

Podría ponerme de pie e ir a publicar esto ya mismo, pero recorrer la corta distancia al escritorio me parece una tarea titánica.

Por eso lo voy a publicar mañana, es decir, hoy, ustedes me entienden.

8:23 p.m

Que alguien me quite esta sensación de no estar.

lunes, 3 de abril de 2023

Violeta, funeraria y muerte

Hoy, parece, no tengo mucho por contar.

Es lunes, día lento, de prender motores, y en los que me cuestiono por qué no soy millonario.

Acompaño a  alguien a una misa funeraria. Solo un decir, porque no entro. No me gustan esos espacios, es decir, no le veo sentido a todos esos rituales para los muertos, pero bueno aquí me podría quedar dándoles mis razones u opiniones sobre el tema y pues eso  sirve de muy poco o de nada, es decir es solo mi punto de vista y ya está, y como ya lo he dicho antes,  no existen cosas buenas o malas, sino solo los puntos de vista. No debería repetir punto de vista tan seguido, pero es que las palabras no me salen, disculpen ustedes.

Por eso redacto estas palabras  a las patadas, o más bien a las manadas, es decir, sin importar lo que salga; solo para mirar si  al descargar unas cuantas, se me organizan ciertas ideas que andan por ahí flotando en mi cabeza.

Pues bien, les decía que fui a una misa de un funeral, pero no entré a ella,  me fui a leer a un café, mientras esperaba a la persona que acompañé. Pedí un capuchino y pregunté si tenían algo pequeño de dulce para picar. “Si, galletas”, me dijo la mesera y me contó que tenía de dos tipos: una con un punto de mermelada roja en el centro y otras de avena. “Vienen dos en un mismo paquete”, me dijo, y yo que estaba ahí, pero quién sabe donde tenía a la mente, le pregunte “¿Dos qué? “Dos galletas de avena”.

Sl final me decidí por esas, pero fallé por completo pues estaban insípidas como un berraco. Además de eso el capuchino estaba muy claro, más bien tirando a leche con espuma, pero bueno, me lo tomé y me zampé las galletas con sabor a nada a modo de castigo por escoger el local que no era.

Prendí el Kindle y continué con la lectura de Violeta de Isabel Allende. Es el segundo libro que leo de ella y es demasiado tesa para narrar. Además, el libro tiene un estilo epistolar(una abuela le narra a su nieto la historia de su familia por medio de una carta extensa, digamos que  una carta-novela.

Como ya me falta poco para acabarlo los personajes del principio del libro van muriendo, y hay unas escenas tristísimas.

De pronto reparé en eso porque estaba con el tema de la funeraria en la cabeza y con el de la muerte en un segundo plano.

¿Qué puedo concluir de todo esto? Ninguna reflexión profunda, solo que lean a Isabel Allende. Es muy buena en su oficio de escritora, de esas personas que nacen con el don de narrar hasta una lista de mercado.