Le pongo ese título a esta entrada, porque me acorde de un libro que he visto algunas veces en las librerías que lleva por título: “¿Por qué fracasan los países?”. Podría escribir sobre qué tienen en común los países y las amistades, algo como: la amistad es como un país, por esto y lo otro pero, la verdad, en este momento no se me ocurre en qué puedan parecerse. Seguro que ambos conceptos tendrán algo en común para dedicarles unas cuantas palabras; así que si alguien quiere entregarse a esa tarea, y elaborar sobre esa absurda comparación, bien pueda.
El punto es que hay veces que las amistades fracasan, se mueren, llegan a un fin, llámese como quiera. Hoy hablaba con mi hermana sobre una muy buena amiga que ella tuvo hace un tiempo, y que de un momento a otro dejó de serlo, porque sí, porque todo es vida y muerte, todo tiene un final único y determinante, menos las salchichas que, ya sabemos, tienen dos.
Supongo que a varios nos ha ocurrido eso, me refiero a que uno se deja de hablar con una persona, no solo por una pelea o malentendido, sino que, de repente, de la noche a la mañana, la persona deja de estar ahí, a la mano, disponible para una buena charla o dar un consejo, por ejemplo.
En su libro de cartas “Aquí y ahora” Coetzee y Auster charlan sobre la amistad, y llegan a la conclusión de que la base de la amistad es la admiración hacia el amigo:
“Las mejores amistades, las más duraderas, se basan
en la admiración. Ese es el sentimiento fundamental que
relaciona a dos personas durante un prolongado período de
tiempo. Se admira a alguien por lo que hace, por lo que es, por
cómo se las arregla para andar por el mundo.”
- Aquí y ahora -
Supongo que cuando esa admiración se quiebra o interrumpe, es cuando las amistades fracasan, y no queda más remedio que seguir andando por el mundo sin el otro(a) al lado.