Sea como sea, continúo anotando libros que me llaman la atención, con la esperanza de que algún día voy a sacar tiempo para leerlos. El de hoy fue el de una autora que nunca había escuchado, y el título, creo, es una obra de arte en sí mismo: Cartas nunca enviadas y otros papelitos, de la artista chilena Cecilia Vicuña. Me entero de que Vicuña vivió en Bogotá de 1975 a 1980, luego de escapar de la dictadura chilena.
Hay gente que es muy precisa con los títulos de los libros, y he aquí un gran ejemplo. Si las cartas nunca fueron enviadas, pensaría uno que el ejercicio de escribir fue personal y casi tan necesario como respirar, similar a la idea que expresa el copywriter español Isra Bravo: “se escribe para agradecer la vida”.
Me imagino que el libro recopila textos que hablan de todo y nada al mismo tiempo, de la tenacidad y simpleza de la vida, de esas ínfulas de importancia que nos damos cuando en realidad no somos tan importantes ni nada importa tanto. En fin, me imagino muchas cosas. Y ni qué decir sobre esos otros papelitos, que intuyo como notas en las márgenes de los libros, en servilletas, facturas o en cualquier pedazo de papel a la mano; ese tipo de pensamientos que yo llamo balas al aire y que necesitan ser anotados sí o sí. Además tiene ese aire de diario y ya saben que siento debilidad por ese tipo de libros.
Suena bien el libro. Revise en una librería y quedan 3 copias: déjenme una, no sean mierdas.