Una mujer, llamémosla Nora, para efectos de que cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia, cuenta que siente haber adquirido un nuevo súper poder—ignoramos cuántos tiene hasta el momento—, que consiste en leer libros como si no fuera a existir un mañana. Dice que pudo leer tres en la misma semana, y aclara que no andaba de vacaciones, sino que estaba llena de trabajo.
No solo contenta con eso, dice que además también tiene acciones muy concretas para implementar en el corto plazo, porque alguien, Pedro, digamos, dice que si uno lee un libro debe ser con una meta en mente, y que solo se considera leído cuando esa meta se lleva a la acción.
No entiendo, no entiendo nada. En mi profunda ignorancia, necesito que alguien, por favor, me explique cuales son las reglas para leer libros, porque, según lo que expone Nora, de los pocos que he leído en mi vida, quizá no he leído ninguno, ya que siempre trato de leer por puro placer, independiente del tipo de texto: académico, laboral o literatura.
No entiendo, no entiendo por qué cualquier cosa que hagamos debe tener un fin más allá de hacer algo; un fin, en apariencia, más elevado que la actividad en sí.
No sé, quizá lo he hecho mal siempre, y necesito que alguien corrija el rumbo de mis métodos de lectura.
No entiendo, no entiendo nada.