Fernando desliza el dedo por la torre de CDs hasta que llega a la sección de Jazz y escoge uno de John Coltrane. Lo saca del estuche con cuidado y lo pone en el reproductor.
Camina hacia la cocina mientras un bajo suave comienza a sonar y unas guitarras a acompañarlo. Toma un vaso, abre la nevera y le echa dos hielos. El cling que hacen lo alegra. Luego abre una gaveta, saca un botella y se sirve tres dedos de whisky.
Camina hasta el sofá y se recuesta en él. Le da un sorbo al trago y observa la ciudad, con sus luces, por el ventanal. Le sube el volumen a la música y al instante lo baja. Mira su celular. Lo deja. Suspira y se pasa una mano por la cara.
¿Y si le hace caso al consejo que le dio Ángela, una amiga, hace unos días?
No tengo nada que perder, piensa. Toma su celular y descarga una aplicación de citas.
Primero le preguntan sobre su aspecto físico, luego sus gustos y sus inclinaciones religiosas. Le molestan esos detalles nimios. No quiere hablar de religión ni hobbies. Solo quiere ver caras.Escribe “Hola” en todos los campos que le piden información, hasta que la aplicación le permite la opción de búsqueda.
Deja el rango de edad que sale por defecto (21 a 35 años) y da clic en el botón “buscar”. De inmediato aparecen perfiles de mujeres en la pantalla.
Una mujer sonríe con un bosque de fondo. Dice: “Chica divertida buscando chico que la haga reír”.
La siguiente que aparece lleva un blazer crema. Luce seria y está dentro de un carro. Solo escribe: “Morena hermosa”.
Otro perfil sale sin foto y dice: “Ven y conóceme”.
Fernando tuerce la boca, mira otro par de perfiles. Apaga la pantalla. La vuelve a prender. Suspira y tira el celular a un lado, le da otro sorbo a su trago, recuesta la cabeza en el espaldar del sofá y se concentra en la música.
miércoles, 30 de julio de 2025
Señal baja
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